Conferencias y artículos

"Desafíos éticos en la formación de ingenieros. Algunas reflexiones sobre lecciones morales del Holocausto"

Exposición del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg, durante la Mesa redonda "Educación integral en Ingeniería".

Agradezco a la Academia por invitarme a integrar esta mesa redonda. Mi objetivo hoy es compartir con ustedes mis preocupaciones sobre las deficiencias en la formación ética de los ingenieros y por qué pienso que esto es trascendente para la sociedad.

La mayoría de los ingenieros se gradúan habiendo estudiado poco o nada de contenidos éticos. Un reciente informe de ABET (Accreditation Board for Engineering and Technology) que dice que más del 80% de los ingenieros norteamericanos se gradúan sin haber cursado ninguna materia de ética. Lawrence Lessig, un profesor de Derecho de Harvard especializado en tecnología, cuenta que en una de sus clases sobre Internet a la que asistían alumnos de derecho de Harvard y de ingeniería de MIT, preguntó a sus alumnos “¿Cómo saben ustedes que algo que hacen es incorrecto?”. Los estudiantes de derecho contestaban que algo es incorrecto si es ilegal. Los estudiantes de ingeniería que algo es incorrecto si no cumple sus objetivos. La implicancia de esta respuesta es que algo que cumple con sus objetivos es inherentemente correcto. Una falacia que los que formamos ingenieros tenemos como deber evitar.

Las pocas materias vinculadas a la ética que cursan los ingenieros según ABET, suelen focalizarse en lo que los especialistas llaman “microética”, por ejemplo respetar los contratos con los clientes pero raramente se involucran con los temas “macroéticos” como los que afectan a la salud humana o el medio ambiente. Los pocos cursos con contenidos macroéticos que se dictan son materias de religión más que ética profesional o ciudadana. En los planes de estudios de las cuatro facultades de ingeniería que existen en el Uruguay tampoco se encuentran muchos contenidos de ética. En cada una de las cuatro facultades se dicta a lo sumo una materia de ética y no en todas es obligatoria.

Una de las razones más citadas por explicar el déficit de formación ética brindada a los estudiantes de ingeniería es la falta de tiempo curricular. Las materias básicas y aplicadas indispensables para el ejercicio profesional ocupan mucho tiempo y es difícil asignar tiempo curricular a materias que son percibidas como de “otras disciplinas”. Otro motivo para la escasez de contenidos éticos en carreras de ingeniería según investigaciones internacionales, es que los docentes de ingeniería o de materias científicas o tecnológicas en general sienten que no están capacitados para conducir discusiones sobre ética, moral o filosofía. Por ejemplo, en una encuesta de ABET, un profesor de física norteamericano decía que “discutir la moralidad de las armas nucleares no es una rama de la física, no lo tengo que hacer yo”.

Otra explicación para estas deficiencias en contenidos de ética es el espíritu que tenemos los ingenieros de “resolver a toda costa”. Si me plantean un problema, hay que resolverlo, para eso me formé, para eso me pagan, eso esperan de mí. Este ethos profesional basado en la resolución de problemas y en el cumplimiento de objetivos técnicos, lleva a muchos alumnos a tener una cierta indiferencia a temas como los éticos, morales o filosóficos que perciben como de escaso impacto en su valoración profesional. Muchos alumnos perciben que en el ejercicio profesional se les va a valorar por la velocidad y calidad de sus trabajos y no por sus consideraciones éticas y morales sobre el impacto humano, social o cultural de sus implementaciones tecnológicas.

En las actuales generaciones de alumnos, profesionales y emprendedores “dot.com” coexisten dos filosofías contradictorias. Una es que la tecnología es siempre una fuerza para el bien. Un ejemplo clásico es el slogan de Google: “Don´t be evil”. Cuando Facebook se puso en el mercado, en la carta a los accionistas dijo, “esta empresa está hecha para aumentar la conexión entre los seres humanos”. Paradójicamente, este “tecno-optimismo” o “tecno-utopianismo” coexiste con otra corriente filosófica que sostiene que la tecnología es neutral. Es decir que quien diseña o desarrolla tecnologías no es moralmente (ni legalmente) responsable por las consecuencias de su uso.

¿Cómo es posible incorporar contenidos éticos a la enseñanza de los ingenieros? Como la educación moral es parte intrincada de la personalidad humana y de la cultura de la sociedad, no existe ni puede o debe existir una respuesta única a esta pregunta. Pero si no podemos mandatar contenidos éticos a enseñar que sean de validez universal, no debemos como consecuencia no enseñar nada ya que existe una “ética de lo no enseñado”. Si nuestras carreras de ingeniería tienen en promedio unas cuarenta materias y una sola que dedica a la ética, eso es una forma de tomar posición en el problema.

¿Por qué es trascendente esta deficiencia en la formación ética de los ingenieros? La tecnificación es cada vez más central en el mundo y como consecuencia es cada vez más importante que los que crean o utilizan tecnologías tengan un anclaje en un sistema ético coherente. En una carta de 1917 a su amigo Heinrich Zaggler, Albert Einstein escribió, horrorizado por el uso de nuevas tecnologías en la Primera Guerra Mundial que “todo nuestro progreso tecnológico se puede comparar a un hacha en manos de un psicópata”.

La cuestión que nos debe preocupar es que existe un lado oscuro de la tecnología que nuestros estudiantes no deben ignorar. Internet nos permite acceder a Wikipedia, a la Biblioteca del Congreso o a las imágenes de la NASA, pero al mismo tiempo es una plataforma para la difusión de pornografía, o para el acoso cibernético. Los teléfonos celulares nos permiten estar en contacto con nuestros hijos o filmar abusos de la policía y al mismo tiempo son usados para seguimientos ilegales y como detonadores para bombas. Las invenciones no pueden ser “desinventadas”. Una vez “inventado” un conocimiento su diseminación es una cuestión de tiempo, por eso por ejemplo es tan difícil contener la difusión de la tecnología nuclear a pesar de toda la energía que le dedica la comunidad internacional.

¿Qué pasa cuando los ingenieros actúan sin compás moral? Hace un tiempo participé de un congreso en Varsovia y visité el campo de exterminio nazi de Auschwitz. Obviamente me estremeció conocer in-situ las circunstancias de lo que allí fue perpetrado: las condiciones de reclusión, el trabajo esclavo, la experimentación médica con prisioneros, la separación de las familias, los asesinatos colectivos, el despojo de los escasos bienes de los prisioneros (incluyendo dientes de oro, prótesis y su propio cabello) y la destrucción de sus cuerpos.

Recorriendo Auschwitz me puse a mirarlo con ojos de ingeniero y me dije que lo que veía es una instalación industrial que seguramente requería mucha ingeniería para funcionar. Auschwitz funcionó durante aproximadamente cuatro años, período durante el cual más de un millón quinientos mil personas fueron asesinadas sistemáticamente. Los prisioneros eran transportados por tren directamente al campo, se usaban equipos IBM para clasificar los prisioneros, se usaba tinta Pelikan para tatuar números identificatorios a los prisioneros, cámaras de gas y hornos crematorios funcionaban ininterrumpidamente. Toda esta “instalación industrial” requería de muchos ingenieros y gerentes para funcionar. En este contexto quiero compartir con ustedes los casos de dos empresas alemanas de ingeniería que fueron “partícipes necesarios” en el funcionamiento criminal de Auschwitz.

Uno de los dos casos es IG Farben, una empresa que hoy no existe pero de la cual surgieron empresas existentes como Basf, Bayer, Hoechst o Pelikan. IG Farben era una de las empresas químicas más grandes del mundo en la década de 1930, uno de los mayores empleadores de ingenieros de Europa y fue uno de los principales suministradores del gas Zyklon B para las cámaras de gas de los campos de exterminio. IG Farben operaba un complejo fabril dentro en Auschwitz donde trabajaban cientos de ingenieros y en su momento pico más de 30 000 prisioneros como mano de obra esclava (de los cuales la mayor parte murieron debido a las condiciones de trabajo tóxicas). En la práctica esta empresa operó durante varios años su propio mini campo de concentración, con sus propios prisioneros, víctimas, guardias y verdugos. Cientos de gerentes e ingenieros trabajaron en esta planta de IG Farben. Era imposible que no conocieran la naturaleza y los fines de su trabajo dada su ubicación dentro del propio complejo de Auschwitz y sin embargo no existe ni un solo caso documentado de que alguno de estos gerentes o ingenieros se negaran a cumplir sus funciones o al menos las cuestionaran (ni siquiera en privado como surge de la correspondencia disponible y de interrogatorios y entrevistas realizadas después de la guerra).

El otro caso de estudio es el de la empresa Topf & Sons, una empresa más chica que IG Farben que se dedicaba antes de la guerra a hacer crematorios. Cuando los nazis hicieron una licitación para comprar crematorios, Topf & Sons fue la empresa ganadora. Topf operaba un laboratorio de ingeniería dentro de Birkenau donde estudiaban los problemas propios de hornos funcionando a escala industrial en forma continua como rajaduras, problemas de ventilación o métodos para llenarlos y vaciarlos con la mayor rapidez posible. Centenares de ingenieros trabajaron en el diseño, construcción y mantenimiento de los hornos crematorios con pleno conocimiento de su función. El ingeniero en jefe de Topf & Sons se llamaba Kurt Prufer. Fue juzgado en Nuremberg y admitió que conocía perfectamente para qué se usaban sus hornos. Durante el juicio le preguntaron “¿Por qué siguió construyendo hornos cuando sabía para qué se usaban?”. Su contestación fue: “Tenía un contrato que cumplir”. Mi temor es que nuestros estudiantes se gradúen pensando que tienen “contratos para cumplir”.

Fritz Sander era otro de los ingenieros importantes de la empresa. Diseñó un sistema innovador por el cual el combustible para el funcionamiento del horno se producía a partir de la propia grasa de los cuerpos cuando se quemaban. Topf intentó patentar este invento pero el gobierno Nazi se negó a patentarla porque la consideró un secreto de estado. El gobierno de Alemania Occidental otorgó esta patente en 1953.

Para terminar déjenme decirles que creo que nuestra meta debe ser formar ingenieros que sean técnicamente competentes pero éticamente sensibles a los efectos de su conducta profesional. Debemos ayudar a nuestros alumnos a entender que la tecnología no es neutra y que sus creadores deben asumir responsabilidad moral por sus consecuencias. La posición de la neutralidad de la tecnología es una coartada moral. Cuando nuestros alumnos comprendan y acepten que una falla ética es una falla de ingeniería de la misma manera que cálculo errado, habremos iniciado el camino correcto.

Muchas gracias.