Conferencias y artículos

Coloquio sobre creación, cultura e innovación para el nuevo milenio

Centro Cultural de España, 13/12/2007.

Conferencia del rector de la Universidad ORT Uruguay, Dr. Jorge Grünberg

Quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre nuestro país. Si prestamos atención al discurso nacional concluimos que factores exógenos sobre los que tenemos poca o ninguna influencia son los culpables de nuestro estancamiento histórico y limitan inevitablemente nuestra capacidad de prosperar.

Pero en mi opinión nuestros problemas fundamentales no son el valor del petróleo, el proteccionismo europeo o las desavenencias con socios del Mercosur. Nuestro problema es la incomprensión fundamental de nuestras elites nacionales sobre cuál es la principal fuente de riqueza en el mundo actual. No me refiero a las elites políticas exclusivamente sino también a las elites culturales, medíáticas y universitarias.

Nuestras elites son "cambiófobas" y una de las expresiones más visibles del "cambiofobismo" es el impulso a "avanzar hacia atrás". Los uruguayos, acabamos de salir de una crisis importante en 2002. Pero en realidad todo nuestro esfuerzo y sacrificio para salir de esa crisis fue para volver a lo anterior. Nuestra vulnerabilidad a las crisis (o cambios de humor) de los vecinos no ha disminuido, nuestros socios comerciales son los mismos, el perfil de las inversiones que recibimos (y que buscamos) no ha cambiado, la emigración no ha bajado y quizás su perfil ha empeorado ya que se van personas de mayor formación. Mostramos coraje, espíritu de sacrificio y hasta cierta unidad para enfrentar esa crisis pero nuestra estrategia de salida fue "correr hacia atrás" para volver a un modelo confortablemente conocido pero que es en realidad aquel que nos llevó la crisis. Una actitud similar tuvimos como sociedad cuando salimos del período de gobierno de facto. La restauración democrática no sirvió como base para una renovación social y económica ni para un recambio de liderazgos. Todo el esfuerzo se hizo en dirección al pasado. Las mismas instituciones y los mismos líderes retomaron el control de la sociedad uruguaya como si no hubiera otra opción que volver atrás y como si a esa altura el mundo no hubiera ya cambiado irreversiblemente.

El "cambiofobismo" no es un problema de partidos, es una actitud que atraviesa transversalmente la sociedad uruguaya. La verdadera división en nuestra sociedad es entre los que buscan nuestro futuro en el horizonte mirando el resto del mundo y los que siguen atrincherados y buscando la mejor manera de volver a la década del 50.

Tenemos que reconocer que así como hubo un cambio de una economía agrícola a una industrial hace un siglo, ahora estamos viviendo otro cambio, que es el de una economía industrial a una economía creativa. El valor en esta nueva economía se crea agregando conocimiento y creatividad. En este mundo globalizado nuestro futuro se apoya en nuestra capacidad de crear.

Los insumos básicos para la etapa actual ya no son la tierra, los recursos naturales o la fuerza humana, ni tampoco el poder militar o las flotas mercantes sino la tecnología, el talento y la creatividad. Estamos asistiendo a una nueva "geopolítica de la riqueza" sobre la base de esta redefinición de los insumos de competitividad. Los países se están dividiendo en algunos que van a ser fantásticamente prósperos por su economía creativa y otros que van a ser dependientes de los primeros, dedicados a producciones repetitivas sobre la base de lo que países creativos inventan o diseñan, producciones extractivas o recreativas.

Tenemos muchos ejemplos de cómo estamos fallando en entender este cambio en nuestro país. Por ejemplo, tenemos una larga historia de producción textil, pero actualmente el mayor valor en esa industria no se crea al pasar de la oveja al rollo de tela. El mayor valor se crea cuando pasamos de la tela a la prenda y mucho más cuando pasamos de la prenda a la marca. En Uruguay después de cien años de industria textil, seguimos sin tener una marca uruguaya.

Esta revolución hacia una economía creativa nos está dando oportunidades impensadas. La principal riqueza, el talento humano, es móvil, se puede cultivar o se puede atraer de otros países. No dependemos de "loterías geológicas" o meteorológicas. Nuestra producción intelectual se puede exportar a cualquier parte del mundo en un instante sin importar la distancia a los grandes mercado como ya lo están haciendo diseñadores, programadores o arquitectos uruguayos. La revolución tecnológica nos abre puertas a mercados e industrias antes impensables para nuestro país. Por ejemplo, hoy se calcula que el 25% del valor de un auto de alta gama es software. Para el 2010 según el tecnólogo principal de BMW, el 50% del valor de un auto va a ser software. Y eso se plantea también para la industria de la telefonía celular, donde casi cincuenta por ciento del valor de un teléfono celular es software.

Es cierto que estamos recibiendo inversiones extranjeras pero no estamos recibiendo las inversiones más productivas para el país en el largo plazo. Estamos atrayendo inversiones de armado y de fabricación. Tenemos que hacer un mayor esfuerzo por atraer "empresas creativas" que son las que van a generar mayor riqueza, puestos de trabajo de mejor calidad y mayor difusión de conocimiento al medio. Tenemos que atraer centros gerenciales, laboratorios de investigación, estudios de diseño, productoras audiovisuales, equipos de desarrollo informático más que fábricas. Tenemos que transformarnos en un polo de creación de valor intelectual.

Este tipo de inversiones vendrán sólo si ofrecemos un capital humano competitivo internacionalmente por su formación, actitud innovadora y creatividad. La competencia crítica entre los países es la competencia por el talento. La experiencia internacional demuestra que las empresas y las inversiones se radican donde están los talentos y mucho más por éstos que por las ventajas fiscales que puedan recibir. Esta es una de nuestras principales debilidades. En lugar de acrecentar nuestro patrimonio de capital humano, estamos "expulsando" del Uruguay a nuestros talentos. Veintidós mil compatriotas con una edad promedio de treinta y cinco años y con una formación promedio superior a la del resto se fueron de Uruguay en el año 2007. Es decir que se están yendo los más educados y quizás los más emprendedores e innovadores.

Nuestro sistema educativo no reconoce ni cultiva el talento. El talento permanece escondido "en bruto", desperdiciado para los individuos y para la sociedad. Seguramente existen Bill Gates, Ralph Laurent y Mozarts en los asentamientos porque la capacidad intelectual, la sensibilidad artística y la creatividad se distribuyen entre todos los uruguayos por igual. Pero necesitamos un sistema educativo que cultive el talento, que no lo desperdicie porque cada talento individual que desperdiciamos es una red de talentos que no se crea y no se genera.

Hemos tenido, en mi opinión, algunas oportunidades perdidas en el pasado reciente de nuestro país que hubieran podido ayudar a encontrar un rumbo en esta revolución creativa. Una fue el Debate Nacional Educativo. Yo personalmente hubiera esperado que el Debate Nacional Educativo fuera una ocasión de unidad. Una ocasión en donde los muchos grupos allí representados dejaran de lado momentáneamente lo que los divide y mostraran a la sociedad uruguaya y a sus dirigentes, que podían unirse en torno en una concepción de la educación como plataforma para el futuro del Uruguay. En lugar de esto dejamos que el Debate Educativo fuera una ocasión de división, de enfrentamiento y de alejamiento.

Otra oportunidad perdida en mi opinión fue la reforma tributaria. Más allá de las consideraciones sobre equidad o constitucionalidad de esta reforma sobre los cuales se discute mucho, creo que el real problema con esta reforma es que no refleja una visión de país basado en el conocimiento y la innovación que es la única opción real de "país productivo" al que podemos aspirar. La reforma no incentiva la formación de capital humano ni a nivel individual ni de empresa (es más en sus primeras versiones lo penalizaba), penaliza el aporte de académicos o expertos extranjeros y no estimula inversiones en investigación y desarrollo. Estas fueron oportunidades perdidas. Esperemos ser capaces de aprovechar las que puedan surgir en el futuro ya que no es posible pensar en un Uruguay nuevo sin una visión compartida sobre el rumbo a seguir.

Soy optimista en que podamos aprovechar estas oportunidades porque soy uruguayo. La industria del software, la producción audiovisual y algunos nuevos emprendimientos en el área química son indicios de la competitividad que puede adquirir un Uruguay sin regulaciones asfixiantes (ni apoyos adictivos), que produzca para el mundo. El Pedeciba, la Facultad de Ciencias, el Polo Tecnológico de Pando, La incubadora de empresas de ORT y LATU, el proyecto Ceibal y la Agencia Nacional para la Innovación son ejemplos positivos y pueden ser la luz al final del túnel en la medida de que sean parte de una visión del futuro y no enclaves desconectados y en riesgo constante de interrupción. Pero así como soy optimista a la vez estoy preocupado también porque soy uruguayo. Me preocupa que nuestros tiempos, nuestras divisiones internas y nuestros miedos nos impidan aprovechar estas oportunidades.

Muchas gracias.