El 1.° de noviembre de 2005 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que se designe al 27 de enero como Día Internacional de Conmemoración anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Este año esa recordación fue particularmente evocativa a través de manifestaciones renovadas de empatía y coraje, muy creativas en gran parte del mundo a pesar de las dificultades que generó la presencia global del COVID-19 y sus restricciones. A continuación presentamos dos modelos utilizados por el Dr. David Serrano Blanquer durante este año en Barcelona.
Charlotte de Grünberg
Directora General
Universidad ORT Uruguay
En torno al Día Internacional en Memoria del Holocausto
Texto de David Serrano Blanquer, profesor invitado de la Universidad ORT Uruguay y director del documental Giza, la niña de la maleta
¿Cómo conmemorar una fecha como esta en los tiempos que corren? ¿Cuál es la mejor forma de recordar, de denunciar y de prevenir lo que significan los totalitarismos?
La verdad es que son preguntas que no tienen fácil respuesta, sin embargo lo único que está claro es que hay que ser proactivos, hay que ponerse el modo de trabajo y arrimar el hombro, como sea, pero arrimarlo.
El primer modo que encontré fue en el marco de un teatro Modernista impresionante como es el Ateneu de Igualada (localidad cercana a Barcelona, conocida por el exquisito trato del cuero y los tintes desde la Edad Media), donde proyectamos el documental que hizo posible Universidad ORT Uruguay y Universidad Ramón Llull de Barcelona, Giza, la niña de la maleta (Premio al Mejor Documental en el Punta del Este Jewish Film Festival, 2014).
Se trata de un señorial edificio de 1878, con platea y dos pisos de palcos hermosísimos, donde en 1935 Margarita Xirgu estrenó “Yerma”, de García Lorca. Con un aforo entusiasta de más de 300 butacas llenas (más imposible por tema COVID-19 a pesar de la lista de espera), el silencio abrumador estremeció durante los 49 minutos de la magnética historia de Giza y Danusia, dos hermosas mujeres que demuestran su valentía a la hora de afrontar las situaciones más extremas que nadie pueda imaginar.
Dos mujeres que simbolizan la resistencia y la lucha contra la barbarie, contra el olvido, contra la repetición del horror. Posteriormente, el debate abierto con un público entregado fue muy intenso, profundo, hasta que finalmente apareció Giza en pantalla para dialogar con ellos. Conmoción inicial y aplausos fervorosos, con gente de pie. Emoción, más aplausos, lágrimas, un caudal de emociones que se alargó con hasta tres secciones de aplausos más.
Y un convencimiento, el legado de estas mujeres es imperdible, porque nos muestran a las claras el camino a seguir con su compromiso inquebrantable por la justicia. Aún recuerdo el último abrazo de Danusia en Varsovia dos meses antes de dejarnos, con su fortaleza, con su humildad y con su mirada escrutadora y pícara. Salí llorando, sabía que se iría pronto pero que había tenido el honor de conocer a una de las mujeres más valientes que he conocido nunca. Giza me sigue guiando, y lo seguirá haciendo siempre; en marcha la cuenta atrás hasta que podamos abrazarnos de nuevo y que el COVID-19 nos impide.
El segundo modo, el mismo día 27 en el marco de unos de los teatros más antiguos de Cataluña, de 1839, con platea y lujosos tres pisos de palcos: el Teatre Principal de Sabadell, donde organicé un homenaje a las víctimas y los sobrevivientes a través del arte, de la literatura, con la adaptación de una novela premonitoria, valiente, ejemplar, de otra gran mujer, Katherine Kressmann Taylor, Paradero desconocido.
En 1938, Kressmann Taylor se atrevió a mostrar lo que ocurriría en Europa y en el mundo si lo que estaba empezando a vislumbrarse en Alemania triunfaba. Lo tuvo que hacer con pseudónimo masculino para poder ser escuchada. Era un aviso, un aviso que la sociedad americana tenía que escuchar. El texto yo lo tenía en el corazón desde hacía muchos años, y fue precisamente cuando mi corazón falló, hace justo 3 años, que decidí que tenía que subir ese texto de esa tercera gran mujer al escenario.
Y no solo eso, que tenía que hacerlo yo, metido en el traje y en la piel de Max Eisenstein, un alemán que ve cómo su país y su gente sucumben sutil pero implacablemente a la fuerza destructora de un movimiento brutal. Lo ve desde San Francisco, en los Estados Unidos, donde ha visto crecer un negocio de importación de arte junto a su amigo alemán de la infancia, Martin Schulz (Josep M. Roviralta), quien en 1932 decide regresar a Alemania con su familia.
A partir de ahí todo cambia. ¡Qué habilidad, la de Kressmann Taylor, para hacernos ver ese cambio en el mundo a través de sencillas palabras que se plasman en las cartas que se intercambian durante un año escaso Max y Martin, Martin y Max! La amistad, el amor, la solidaridad, la confianza, todo, todo salta por los aires incluso antes de que empiece una guerra que ni se vislumbra aún.
Una historia trepidante, llena de intriga creciente que atrapa al espectador en un espiral de emociones, que atrapa por las palabras dichas y por un violín mágico, el de Canòlich Prats, violinista de la Orquestra Simfònica del Vallès, que expresa la evolución de los dos personajes y de las emociones que va sintiendo el público. Como espectador el silencio está lleno de palabras conmovedoras, como actor las palabras dichas surgen de las profundidades del corazón.
Formamos el grupo de teatro Som-2 para llevar al escenario esta obra, y solo por eso, el viaje ya valió la pena; seguiremos llevándola por teatros y escuelas hasta que la voz y la música nos lo permitan.