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Recuperar a Los que iban cantando

08/10/2014
Integrado por Jorge Lazaroff, Jorge Bonaldi, Luis Trochón, Jorge Di Pólito y Carlos da Silveira (y ocasionalmente por Jorge Galemire, Walter Venencio y Edú Pitufo Lombardo), el grupo Los que iban cantando existió, con intermitencias, entre 1977 y 1987. Guilherme de Alencar Pinto narró —en un libro de 825 páginas— la trayectoria del grupo y de cada uno de sus participantes como solistas.

Guilherme de Alencar Pinto nació en 1960 en San Pablo, Brasil, y reside en Montevideo desde 1986. Es docente en la Universidad ORT Uruguay y como periodista ha colaborado para varios medios uruguayos (principalmente Brecha y La diaria) y argentinos.

En esta entrevista, el docente y periodista cultural reflexiona sobre el grupo Los que iban cantando, sobre su aporte a la música nacional.

El libro Los que iban cantando. Detrás de las voces fue seleccionado por los Fondos Concursables para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura. Además, recibió el apoyo del Fondo Nacional de Música y de la Fundación Itaú.

¿Cuál considera que es el gran aporte de Los que iban cantando a la música de Uruguay?

Fue mucho lo que aportó Los que iban cantando a la música del Uruguay. Pero si tuviera que elegir una cosa sola a la que referirme, diría que es la postura a la que llamo «modernismo político».

Tomo esta expresión del teórico de cine David Bordwell y me parece perfectamente aplicable al enfoque cancionístico de Los que iban. El modernismo político es la combinación de la radicalidad política de izquierda con vanguardia artística. Tiene sus raíces en el formalismo, según el cual la forma de un mensaje también tiene su contenido, y por ende no es la mera portadora neutral de un mensaje que existe por fuera de esa forma, sino que es parte inseparable de ese mismo mensaje.

Para el modernismo político si estoy en contra del sistema, es insatisfactorio e incompleto hacer una canción de cuño conservador cuya letra diga «El sistema es malo», porque se asume que, a pesar de lo que dice la letra, la forma poética y musical están —a un nivel más profundo de ideología— apoyando el sistema.

Esas premisas direccionaron a Los que iban cantando hacia la búsqueda de músicas y formas poéticas fuera de lo común.

Muchas de esas canciones lidiaban con la extrañeza (un rasgo esencial de todo modernismo o vanguardismo artístico), pero a veces lo fuera de lo común pasaba por otros lados: ellos podían poner en cuestión la estética de izquierda basada en que todo tiene que ser fácil e inmediatamente comunicable, y generar algunas canciones crípticas y/o complejas.

Pero también ponían en cuestión la estética, según la cual solo lo complejo tiene valor, e hicieron también muchas canciones basadas en la más extrema sencillez. Pusieron en cuestión algunos hábitos en la estratificación de géneros de canción, e incorporaron a la canción popular elementos de géneros hasta entonces mayormente aislados, como ser la murga y el tango.

La propuesta de Los que iban cantando consistió, entonces, en canciones que no solo «hablaban», en palabras, contra la dictadura y los factores sociales que la respaldaban, sino que pretendían mover estructuras ideológicas más profundas, que estarían contenidas en algunas convenciones musicales y poéticas que ellos ponían en cuestión, con el objetivo primario de derribar prejuicios y de abrir la posibilidad de percibir conexiones a las que normalmente no se atienden. Siempre poniendo a la reflexión y a la sensibilización como una condición esencial, indisociable de la agitación y la acción.

Por lo normal solo una pequeña elite se suele prestar a escuchar canciones «raras»: la mayoría de la gente prefiere encontrar en las canciones elementos de confirmación; no es placentero ni entretenido ni cómodo ser cuestionado. Sin embargo, en la dictadura, con la comunicación coartada por los mecanismos de censura y otras formas de represión, el público que comulgaba con la actitud antidictatorial tenía, necesariamente, que poner un empeño especial en decodificar canciones que, por vías sutiles, no censurables, algo crípticas, comunicaran lo que había para comunicar.

Eso generó la situación especialísima de un público bastante amplio que sí empeñó el esfuerzo de recepción para esas canciones de Los que iban. El grupo surgió a inicios de 1977 y un año después ya se configuraba un fenómeno bastante masivo y variado, que fue el canto popular. Los que iban fueron una pieza fundamental en la constitución de ese movimiento y, dentro del canto popular, de un sector que considero especialmente valioso, que incorporó, siguiendo el ejemplo de Los que iban, la postura del modernismo político: gente como Leo Maslíah, MonTRESvideo, Rubén Olivera, Rumbo y algunos otros. Esa movida tuvo mucha fuerza durante algunos años, configurando, a mi entender, uno de los fenómenos más interesantes en la canción mundial de alrededor de 1980.

Usted es un estudioso de la música y del sonido. ¿Cuáles son las principales novedades melódicas que introduce el grupo en su década de actividad más intensa?

Los que iban cantando trabajaron mucho sobre la austeridad: producir el máximo de intensidad expresiva con un mínimo de elementos. Así que uno encuentra en el repertorio del grupo melodías hechas con muy pocas notas, articuladas además de una manera especial, fragmentada, planteada para llamar la atención sobre sus propios mecanismos.

¿Por qué la propuesta de Los que iban cantando le llegó tan directamente, al punto de que se embarcara en una investigación tan profunda como esta?

Lo primero que escuché de música uruguaya en mi vida fue a Leo Maslíah. Lo segundo fue Los que iban cantando. Ambos me fascinaron desde un primer momento.Quizá porque un enfoque medio experimental de la música es como mi «patria» musical.

A mí siempre me gustó la música, pero lo primero que me atrapó, cuando tenía nueve años de edad, fue Stravinsky (a través de los dinosaurios con que Walt Disney «visualizó» La consagración de la primavera en su largometraje Fantasía). Así que mi fascinación infantil por dinosaurios me llevó a Stravinsky y de ahí a un temprano acostumbramiento con acordes disonantes, estructuras armónicas no-clásicas, melodías irregulares, formas complejas.

Disfrutar de una canción popular tradicional y sencilla fue, en mi historia personal, toda una conquista, porque es lo otro lo que me tiende a llegar con mayor naturalidad.

Y bueno, hay como un sentido común de que, luego de la actitud experimental que dominó los años sesenta y setenta, como que los ochenta tendieron a ser más conservadores, y yo venía sintiendo con mucha pena esa oleada de conservadurismo pop abrillantado. Descubrir a Los que Iban, a Maslíah y pronto también a Olivera, a Roos, a Mateo, a Cabrera, Darnauchans, fue como un gran alivio. Me sentí muy identificado con ese islote peculiar en la canción mundial que era el Uruguay de esos años.

Elegí a Los que iban cantando por su carácter fundacional, y también porque era un grupo integrado por solistas muy distintos entre ellos, y que daba la oportunidad de explorar un abanico amplio dentro de esa movida que tanto me interesa.

En el libro del libro cuenta que los escuchó por primera vez en 1980, pocos años después del inicio del grupo. ¿En qué medida valora la llegada de Los que iban cantando a otros países de la región?

Mi familiaridad y la de unos pocos amigos cercanos, en Brasil, con Los que iban cantando fue una cosa fortuita. Los que iban y la música uruguaya en general son virtualmente desconocidos en Brasil.

El único país en que Los que iban tuvo incidencia fuera del Uruguay fue en Argentina, donde tocaron unas cuantas veces y tuvieron, para bastantes personas, ese mismo efecto refrescante que tuvieron para mí y para mi barra de amigos. Fue una alegría descubrir, mientras trabajaba en el libro, que ese impacto de Los que iban en Argentina, que me parecía ser una cosa fugaz, en realidad dejó su sedimento y tuvo consecuencias.

Esas consecuencias están en los trabajos de algunos contemporáneos más jóvenes que Los que iban, como ser la interesantísima compositora Carmen Baliero, pero lo más lindo es encontrarlas en una generación más reciente, veinteañeros o gente de treinta-y-pocos años, hijos de las personas que vieron a Los que iban personalmente: el dúo ¡Ahí Vienen! eligió su nombre expresamente como un homenaje a Los que iban, importante influencia para sus dos integrantes Zelmar Garín y Eduardo Herrera. El Ensamble Chancho a Cuerda hace una preciosa versión de Ciertas canciones de Los que Iban. También Rodrigo Ruiz Díaz, integrante de Chau Coco!, reconoce una fuerte influencia del grupo.

En esta generación más joven, la presencia de Los que iban es quizá más fuerte en Argentina que en Uruguay, y tiene mayores consecuencias musicales.

Propongo un juego de especulaciones, pero no para crear ficción sobre lo que pudo haber pasado, sino para intentar entender un poco más el lugar de Los que iban cantando en el plano de la música uruguaya. Si el grupo no hubiera surgido, ¿la música popular habría surgido en el país de todas maneras? ¿Bajo qué condiciones?

En ese juego de especulaciones, y dejando bien claro que de eso se trata, tiendo a pensar que todo hubiera sido totalmente distinto sin Los que iban cantando. Que todo hubiera sido más «normal», con la música de carácter más radicalmente creativo circunscrita a una elite mínima y mayormente divorciada de la función política.

Creo que Los que iban abrieron en forma decisiva ese camino de una canción estéticamente más aventurada vinculada a ese contexto sociocultural de la dictadura. No eran los únicos que tenían esa actitud, pero tenían una fuerza especial basada en la multiplicidad y variedad interna del grupo, porque cada uno de sus integrantes era muy distinto de los demás. Son muy distintos entre sí Jorge Lazaroff, Jorge Bonaldi, Jorge Di Pólito, Luis Trochón y Carlos da Silveira. El grupo mismo ya parecía la célula-madre de un micro-movimiento de carácter múltiple. Es más, tiendo a pensar (y lo argumento extendidamente en el libro) que el propio canto popular en general (no solo ese sector «modernista») necesitó a Los que iban para terminar de armarse en la forma amplia y representativa que llegó a tener. Porque varios de quienes serían figuras importantes del canto popular ya actuaban antes de 1977, y lo hacían con la misma actitud que tendrían luego en el canto popular. Pero no había, entre ellos, quien tuviera —como sí tuvieron Los que iban—, una formación roquera, una vivencia vinculada a lo urbano, con la que pudiera identificarse un público universitario, y vinculados además a una izquierda radical pero no-comunista. Como que faltaba esa pieza para cerrar el círculo, y es interesante ver cómo, a partir del surgimiento de Los que iban en 1977 todo se empieza a componer en dirección al crecimiento explosivo de esa movida masiva que fue el canto popular.

En la prensa de la época y en varios recuentos de unos pocos años después, es muy común que se atribuya el origen del canto popular a Los que iban Cantando. Es una visión incompleta, sin dudas, pero muy justificada.

Hoy, a más de treinta y cinco años de su surgimiento, ¿dónde se puede ver el legado de Los que iban cantando?

Empezando por lo más obvio, en los discos que llegaron a grabar (el grupo y sus integrantes como solistas), que son una maravilla y que están ahí, para quien los quiera oír. Porque el asunto con Los que iban no valen solo por su papel histórico o por su ejemplo de actitud: lo que se plantearon hacer, lo hicieron con un raro virtuosismo técnico y deslumbrante imaginación (en lo compositivo, en lo interpretativo, en lo arreglístico).

El legado también está, en forma también obvia, en los trabajos de sus tres sobrevivientes que siguen activos en la música, sobre todo Jorge Bonaldi y Jorge Di Pólito, pero también en lo de Pitufo Lombardo (que integró el grupo durante sus últimos meses, en 1987). Ellos fueron una influencia importante para varios músicos que siguen ahí, y que probablemente no serían exactamente lo que son si no hubieran pasado por la impresión producida por Los que iban, como ser Maslíah, Mauricio Ubal, Rubén Olivera, Fernando Cabrera. Eso se extiende a la generación más joven, de gente que no llegó a destacarse en el canto popular, pero empezó a actuar después: Asamblea Ordinaria, Guillermo Lamolle, Fredy Pérez, Ney Peraza, Tercera Fundación, Gabriela Gómez, Riki Musso, Sergio Aguirre. Varios de ellos fueron alumnos o de Lazaroff o de Trochón. Y aunque ninguno de esos músicos es sumamente popular, contribuyeron a mantener un lugar, una necesidad, por minoritaria que sea, de una música más inquieta, menos convencional, y que se manifiesta en gente aun más joven, algunos de los cuales tienen influencia directa de Los que iban y otros no, pero de todos modos respiran ese aire: Diego Azar, Santiago Lorenzo, Andrés Mastrángelo, Alessandro Podestá, Cucú Rapé, Ximena Bedó y otros.

Pero hay algo que colorea muy fuertemente toda la canción popular de ahora, y a nivel masivo: es el vínculo con la murga. Los que iban no fueron los primeros ni los únicos que trabajaron en ese sentido. Los primeros fueron Los Olimareños. Pero ese camino quedó interrumpido cuando del golpe de estado de 1973, y quienes lo retomaron, en forma simultánea, en el lapso de los tres primeros meses de 1977 (y como parte de una misma movida) fueron Jaime Roos, Los que iban y Contraviento.

En un primer momento Los que iban fueron quienes ejercieron la influencia más fuerte. Esa presencia de la murga en la canción se multiplicó en forma explosiva durante los años del canto popular y luego en el momento de mayor éxito de Jaime. Pero hay más: Lazaroff cumplió un papel personal importantísimo en la formación de Falta y Resto, que fue, junto a La Reina de La Teja, como un nuevo tipo de murga, surgida ya en ese clima de impregnación de la murga a la canción (1981), y devolviéndolo ahora como un espejo, bajo la forma de una murga carnavalera muy atenta a la canción uruguaya del momento.

Así que Los que iban también están presentes en la Falta y en murgas influidas por ella. Incluso, en tiempos recientes, muchas de las músicas de la Falta fueron compuestas por Felipe Castro (sobrino de Lazaroff) y por Andrés Lazaroff (el hijo) en un estilo en que reconozco mucho de Jorge Lazaroff y de Los que iban (y que es, curiosamente, bien distinto de lo que hacen Felipe y Andrés fuera de la murga).

Y más aún: Trochón fue el fundador del TUMP (Taller Uruguayo de Música Popular), responsable de la formación de miles de músicos desde hace más de treinta años. Entre otras cosas, el TUMP concibió Murga Joven, y hasta hoy coordina el trabajo de «monitoración» de las murgas jóvenes. Es común que en las murgas jóvenes se escuchen melodías de Lazaroff o de Los que iban, o de solistas que fueron alumnos del TUMP. Piénsese en La Mojigata, que surgió de Murga Joven (es un ejemplo entre varios). Lamolle —alumno de Lazaroff y del TUMP—, dicho sea de paso, también dirige una de las murgas más creativas, que es La Gran Siete.

Por otro lado, Bonaldi integró también Canciones para no dormir la siesta, donde contribuyó a dar origen a todo un enfoque de canciones para niños que tuvo mucha influencia. Y él sigue trabajando en ese ámbito de canción infantil hasta hoy, actuando cada año para varios miles de niños.

Como se ve, aunque no parezca, el legado de Los que iban cantando es gigantesco.

Y luego está el caso especial de Suri (Diego Cotelo), quien no tenía familiaridad con Los que iban cantando pero leyó mi libro, se sintió motivado para buscar y escuchar la música del grupo y le produjo una impresión tan fuerte que terminó grabando Mudanzar, un disco de versiones de composiciones ajenas, en que procesa esa impresión. ¡Y quedó sensacional! Está disponible para descarga gratuita. La alegría que me dio eso me compensa con creces los cinco años de trabajo intenso que me tomó preparar este libro.

¿Considera que la academia, la prensa, el público y los músicos de su mismo género le han dedicado el espacio que se merece?

La academia no, en absoluto. En términos generales Los que iban cantando parece andar por fuera de la mayoría de las agendas. Es muy poca la atención que le presta la prensa, el público lo tiene olvidado, los jóvenes desconocen la existencia misma del grupo.

Los músicos a los que me referí son los que mantienen encendida la llamita.

Pero me enteré hace poco que está por salir un libro en que la compositora y musicóloga Graciela Paraskevaídis recopila y comenta los textos escritos por Lazaroff. Es una excelente noticia y puede llegar a contribuir, espero, junto a mi libro, a reconectar el público con ese tesoro de la cultura uruguaya, que es la música y la postura de Los que iban cantando y de sus integrantes.

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