El miércoles 5 de noviembre de 2014 se llevó a cabo en el hemiciclo de la Facultad de Administración y Ciencias Sociales la conferencia “Tendencias recientes de la auditoría en Europa”.
La ponencia estuvo a cargo de la Dra. María Antonia García-Benau, catedrática de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad de Valencia. Ha publicado artículos en prestigiosas revistas académicas y es miembro fundador de la European Auditing Research Network. Es profesora visitante de los postgrados en Contabilidad e Impuestos de la Escuela de Postgrados de la facultad.
Durante la conferencia, la experta brindó un panorama de los cambios en la regulación de las auditorías en Europa luego de la crisis de 2008. Estas modificaciones fueron realizadas para recuperar la confianza del mercado y asegurar la calidad de la información financiera emitida por las empresas.
De esta manera, Europa hoy quiere asumir el liderazgo de este debate a escala internacional, señaló.
García-Benau sostuvo que a partir de la crisis, la confianza en las empresas auditoras se vio afectada. Se comenzó a ver que la seguridad que estas ofrecían sobre la información financiera tenía “deficiencias” por lo que había que “dar un vuelco” en la regulación del trabajo de las mismas.
Según la experta, alrededor de 1980 la auditoría no preocupaba a los países europeos. Había criterios distintos en cada uno de los países para auditar a las empresas que recién se empezaron a armonizar entrados los años 90.
Sin embargo, aquellas medidas fueron “insuficientes” y hubo escándalos financieros como el de Parmalat a principio del siglo XXI que involucraron directamente a las empresas auditoras. En aquel caso, señaló García-Benau, hubo falsificación de documentos, maquillajes contables, enriquecimiento ilícito, entre otros delitos.
Este escándalo de corrupción, según García-Benau, marcó un punto de inflexión en las auditorías. Señaló que allí se produjo una crisis en el “mercado de control”, porque había una brecha entre lo que hacían las empresas auditoras y las expectativas de los clientes que muchas veces no eran expertos contables.
Luego del escándalo se llegó a la conclusión de que no estaba claro cuál debía ser el papel del auditor frente al fraude porque faltaba independencia.
A partir de 2006 la Unión Europea adoptó medidas para favorecer la independencia del auditor, pero cuando comenzaron a funcionar estalló la crisis de 2008. El derrumbe financiero provocó que comenzara un movimiento para que Europa liderara las mejoras en cuanto a la calidad de las auditorías.
Allí se vio la necesidad de ser más exigente con las empresas que se consideraban entidades de “interés público”.
Recuperar la confianza
El objetivo era “incrementar la trasparencia, reforzar la independencia y dinamizar el mercado de la auditoría, que estaba concentrado en cuatro grandes empresas”.
Para eso se estableció mediante directivas de la Unión Europea que el auditor no podía percibir más del 30% de sus honorarios de un solo cliente y que las empresas auditoras se reorganizaran internamente para salvaguardar la independencia.
Se estableció que el auditor no podía hacer asesoría de las empresas y debía consultar ante la duda de pérdida de independencia al Comité de Auditoría.
Además está en discusión una nueva norma para exigir que el socio de auditoría permanezca a cargo de un cliente por un plazo máximo de siete años y que cada 10 las empresas deban cambiar de auditor, para romper cualquier “familiaridad” que afectara la independencia.
La tendencia en Europa será pedir, además del clásico informe de auditoría, un informe para el Comité de Auditoría, otro informe para los organismos estatales que supervisan a las entidades de interés público y un informe de trasparencia del auditor en donde dé detalles del funcionamiento interno de la firma y su estructura organizativa.
Según García-Benau, hoy la tendencia es que el informe de auditoría no esté solo dirigido a los accionista, sino a diversos grupos de interés. Por eso además de un reporte sobre estados financieros se incorporan temas como la sostenibilidad ambiental de la empresa.
Existe a su vez una corriente académica que sostiene que las empresas deben presentar un informe sobre el valor integral de la compañía (que incluya por ejemplo las acciones de responsabilidad social empresarial) y no solo información financiera. También hay una tendencia a asegurar estos informes integrales a través de compañías aseguradoras independientes, indicó García-Benau.