Seguramente muchos de ustedes están pensando "ufff, viene el discurso de los nerds", qué plomo.
No puedo culparlos: yo también veía a la ingeniería como una ocupación fría, metódica y punto. Si estoy aquí es porque la aridez, me pareció un precio justo si a cambio iba a perder el miedo a los problemas complejos, acostumbrarme a analizar, y todas las maravillas que prometía esta carrera, sobre todo porque estas cosas, tan abstractas, parecían aplicables a cualquier área.
De todas formas, el estereotipo del ingeniero me resultaba bastante incómodo. A mí siempre me gustó la música y si, de un lado, el ingeniero es un tipo frío, preciso y metódico, el artista tipo, del otro lado, vive siguiendo impulsos imprevisibles e irrefrenables. Parecía una contradicción terrible que yo pretendiera ser las dos cosas a la vez.
Ahora que terminé la carrera y trabajé en proyectos tanto de ingeniería como de música, creo que artistas e ingenieros no son tan diferentes: los dos crean cosas. Y el proceso de crear, ya sea una novela, un programa o una pieza musical es más o menos el mismo. Llegué a la conclusión que el mejor arte tiene el rigor de la ingeniería y los mejores trabajos de ingeniería tienen la inspiración del arte.
Ni le basta al artista con un momento de iluminación si después no tiene cierta disciplina para llevar su idea a cabo ni al ingeniero con ser metódico y preciso si le falta esa chispa inicial o, por no ponerse en el lugar de su "audiencia", resuelve, muy eficaz y eficientemente, el problema equivocado.
Si pienso en los programas que uso y que me gustan, lo que los destaca no es la innovación desde un punto de vista estrictamente tecnológico sino que "resuelven el problema correcto": tienen algo de cruce de disciplinas, algo de "inspirados". Por poner un ejemplo, hace unos meses cambié mi computadora por una Macintosh y me sigue sorprendiendo cómo las cosas funcionan como uno esperaría que funcionaran: las creó un tipo con perfil técnico y que iba de oyente a un curso de caligrafía de su facultad: y logró hacer un sistema no sólo intuitivo sino estético.
Ayer me levanté, prendí la computadora (sí, antes de hacerme un café, como hacemos muchos nerds), y leí un par de mails: uno era de mi abuela, que vive en Porto Alegre y usa el mail a sus 86 años. Otro era de un francés que no conozco, pero se cruzó con mi página de MySpace y me proponía hacer una colaboración a través de Internet. Antes de conectarme a Skype, leí los titulares de un par de blogs que escribe gente tan inteligente como desconocida y ví un video en youTube donde una china enseñaba cómo doblar una remera a la perfección y en dos segundos (es buenísimo, búsquenlo). Me conecté a Skype; ya estaban en "conferencia" mis tres compañeros de proyecto: Martín y Seba desde sus casas en Montevideo, Juan José desde Dublín. Mientras trabajamos, escucho sus teclados y cuando estornudo me dicen "salud": es como si estuvieran en un escritorio atrás mío. Pero yo no estoy en ningún escritorio sino en el sofá de mi casa.
Qué novedad, pensarán muchos de ustedes. Pero hace 10 años mi día habría sido muy diferente. Suena a cliché pero es muy cierto: la tecnología ha cambiado, muy rápidamente, nuestro día a día y hasta la manera en la que nos relacionamos entre nosotros.
Y hay algo que me parece muy interesante: ¿cuántas de las tecnologías que mencioné fueron creadas por grandes corporaciones o instituciones gubernamentales?
Algunas fueron desarrollados por un par de individuos en el café de la esquina (Macintosh, Google, YouTube, Myspace, Facebook, hasta Microsoft empezó así), otras por cientos de individuos que están distribuídos por el mundo, nunca se vieron las caras y trabajan, con una disciplina envidiable, por "amor al arte".
La innovación, últimamente, no parece estar ocurriendo en los laboratorios de grandes instituciones. O por lo menos no sólo en ellos. No quiero decir que vamos a crear la nueva Microsoft ni a desarrollar el nuevo Linux, pero sí es cierto que cada vez hay menos barreras materiales para crear cosas: ya no es necesario contar con un gran capital, estar en un lugar físico determinado, tener 20 años de experiencia, trabajar en una gran empresa o para el gobierno. Lo que importa, cada vez más, son las ideas y el conocimiento. Las ideas, como en el arte, no tienen por qué ser totalmente originales ni perfectas desde el vamos. Y conocimiento, supuestamente, estuvimos adquiriendo durante los últimos 5 años o, más importante, aprendimos a adquirirlo. Hay quien dice que estamos en medio de una revolución tan importante como la revolución industrial: si fuera el caso, genial, estamos en el ojo de la tormenta. Pero revolución o no, no tengo dudas de que este es un momento muy interesante para los "tecnólogos": hagamos cosas.