Buenos días. Es un gran honor hablar en nombre de los graduados de la Facultad de Administración y Ciencias Sociales y sinceramente agradezco a quienes consideraron que podía transmitirles algo interesante en esta ceremonia.
Es larga la lista de agradecimientos. No obstante, creo que hablo por todos si destaco en forma especial el cariño, la comprensión y el apoyo permanente que hemos recibido de nuestros padres y de nuestros familiares más cercanos.
En mi caso en particular además de agradecer a mi madre, a mi padre y a mi suegro, quiero reconocer el valor que me han dado tanto mi señora como mi hijo. Son ellos los que han tenido que soportar mis frustraciones y los que han compartido conmigo las presiones de estos años. A ellos les debo mucho más que el tiempo que les he privado de que estuviéramos juntos.
Dentro de la universidad, también son varias las personas a las que debemos un reconocimiento especial. Nuestra facultad es muy joven y por esa razón son más claras y más visibles las consecuencias de la labor que llevan a cabo quienes la componen. Es en este sentido que los altos estándares de calidad y el reconocimiento internacional que ha alcanzado la misma en su corta vida, es fruto del trabajo sistemático, continuo y sostenido que han venido realizando tanto los funcionarios en general así como los Profesores, los Coordinadores de las distintas carreras, el Secretario Docente y el Decano. Nuestros logros, tienen la impronta de su trabajo.
De la Universidad nos llevamos mucho más que un título y varios amigos (y en mi caso debo decir un gran amigo). ORT nos ha brindado, además de oportunidades laborales y académicas excepcionales, condiciones óptimas para desarrollar todas nuestras capacidades personales y, en numerosos casos, hemos recibido mucho más de lo que vinimos a buscar hace unos años cuando decidimos concurrir a dicha institución. Sé que eso es así en el caso de varios de los graduados del día de hoy.
No habiendo sido un alumno aplicado a lo largo de mis estudios secundarios, soy un buen ejemplo de por qué la universidad está en el buen camino. En agosto estaré comenzando, con una beca total, mis estudios de doctorado en la Universidad de Notre Dame, una de las instituciones educativas más tradicionales de Estados Unidos. Haber asistido a ORT ha sido una condición sin la cual esa meta muy difícilmente hubiera sido lograda. Y si bien es verdad que en general las universidades enriquecen y contribuyen a mejorar a los ciudadanos que a ella concurren, el aporte que las instituciones educativas realizan es aún más valioso y más significativo cuando se logra transformar a individuos que ingresan sin ser buenos estudiantes.
Pocos procesos son tan exigentes como la selección de estudiantes de postgrado por parte de las universidades americanas y europeas. Obviamente, la calidad de la enseñanza que el aspirante ha recibido en su formación de grado, es uno de los ítems que tiene un peso más significativo a la hora de elegir entre un conjunto de candidatos. En eso tenemos una gran ventaja y la experiencia de muchos graduados así lo demuestra. A pesar de lo pequeña que es nuestra facultad en términos relativos, ex alumnos de ORT se encuentran profundizando sus estudios en los más prestigiosos centros académicas de Estados Unidos y Europa. Similarmente, hoy podemos encontrar a estudiantes y egresados de la Facultad de Administración y Ciencias Sociales desempeñándose en las principales instituciones públicas y también en las más importantes empresas nacionales y multinacionales que se encuentran radicadas en nuestro país. Por la naturaleza de las carreras que hemos elegido queridos graduados, hemos asumido una gran responsabilidad.
Las ciencias sociales no deben ser un campo del conocimiento en el cual un título profesional no es más que una forma elegante de presentar posturas y una manera de pretender influir en los demás con nuestros preconceptos. Las ciencias sociales comprenden a las disciplinas más promisorias para entender, modelar y quizá predecir el comportamiento humano. Como profesionales, no disfracemos nuestras ideas e ideologías de tal manera que luzcan como resultados categóricos y definitivos. Por otro lado tampoco dejemos que, en el transcurso de nuestra actividad profesional, nuestras convicciones personales sustituyan resultados formales y conclusiones obtenidas a partir de datos confiables. Esto no es lo que se espera de nosotros y tampoco es lo que le hace falta a nuestro país.
Es posible que nuestra tarea sea justamente la contraria. Debemos colaborar para lograr entender lo que nos sucede y tratar de demostrar que el sentido común y la intuición, formas primitivas del conocimiento, no constituyen en sí mismos argumentos irrefutables y tampoco pueden ser la base de la toma de decisiones en una nación que quiera desarrollarse.
Asimismo, tengamos en cuenta que el trabajo que realicemos ocupará una parte importante de nuestra vida y más allá de la tarea que hayamos elegido, la forma en la que la llevemos a cabo determinará en gran medida el recuerdo que los demás tengan de nosotros. Atrás ha quedado un período en el cual nuestros errores se reflejaban nada más que en puntos perdidos en un examen. Ahora comienza el trayecto en el cual tenemos que forjar uno de los bienes más preciados y al mismo tiempo uno de los más frágiles que tiene un hombre: su propia reputación. En nuestro caso, nuestros errores no solamente nos afectarán a nosotros mismos sino que lo padecerán nuestros hijos y también los futuros graduados. Tendremos una gran responsabilidad ya que será entonces un capital que compartiremos.
Para terminar, quisiera decirles que hemos probado que podemos honrar compromisos de largo plazo y que la necesidad de esforzarnos en forma continua no nos impide alcanzar una meta. Detalles no menores en nuestro país. La Universidad ORT nos ha dado un ambiente propicio para crecer, para lograr objetivos que en muchos casos no eran más que un sueño borroso y nosotros fuimos capaces de estar a la altura del desafío. Colaboremos, desde el lugar que hayamos elegido, a transformar al Uruguay en un país con características similares a las que encontramos a lo largo de nuestro pasaje por la universidad. En un lugar en el que libertad, el respeto a las individualidades y la competencia, posibiliten que nuestros fracasos y nuestros logros no sean más que el producto de nuestras actitudes y de nuestras capacidades.
No desperdiciemos las herramientas que nos fueron brindadas, el espíritu de trabajo que compartimos con nuestros compañeros y el ejemplo de los profesores que nos guiaron en estos años. Hagamos de la responsabilidad, de la honestidad y de la razón, los elementos comunes a toda nuestra tarea como profesionales. Hagámoslo, y los que vengan detrás de nosotros nos lo agradecerán.
Muchas gracias.