En octubre de 2017, Ariel Fripp emprendió viaje hacia Japón. El tutor del Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay ganó una beca, que lo llevó a ese país, para estudiar y analizar cómo mejorar las matemáticas en educación secundaria.
“Fue sumamente interesante; una experiencia muy fuerte desde lo académico y cultural”, aseguró.
El camino a Japón
Era la segunda vez que le llegaba un sobre de la Asociación Uruguaya de Cooperación Internacional. Era la segunda vez que a Ariel Fripp lo invitaban a participar en el programa “Mejora de la calidad de la educación de la matemática en la enseñanza secundaria”, de la Japan International Cooperation Agency (JICA).
La primera vez que leyó la convocatoria le pareció interesante y la divulgó a los docentes que conocía. No se le ocurrió participar. La segunda vez, como vio que el tope de edad era 50 años –y los estaba por cumplir–, se presentó y quedó seleccionado.
Fripp y una paraguaya eran los únicos sudamericanos, aunque también compartió la experiencia con participantes de Nicaragua, Honduras, El Salvador y Panamá, entre otros.
Estuvo en Tokio, Hiroshima y Okayama. Comenzó su viaje a fines de octubre y volvió a fines de noviembre de 2017. Por aproximadamente un mes, de lunes a viernes tomó clases en Okayama University, donde además se hospedó.
Asimismo, recorrió centros educativos de educación secundaria, para observar las clases de matemática.
El preembarque y las ideas previas
“A veces, uno tiene sueños. Decís: ‘cómo me gustaría ir a tal lado o a tal otro’. Japón nunca se me había cruzado en la cabeza”, contó Fripp.
Lo más lejos que había viajado era a Turquía. No sabía hablar japonés ni cómo era la educación en ese país. Sin embargo, ni bien le otorgaron la beca, se puso a leer sobre el tema. Además, durante toda su estadía, los participantes del programa fueron acompañados por dos traductoras, así que el idioma tampoco fue un problema.
“¿Cómo sería el nivel matemático de los japoneses? ¿Muy diferente al uruguayo?”, se preguntó el docente. Para su sorpresa, al igual que los contenidos, los libros de texto y la forma de trabajo de la matemática, eran muy similares.
También pensó que iban a haber diferencias entre los estudiantes: “Los adolescentes eran los mismos. Estaban en los corredores, conversando, a las risas, abrazándose. Era como estar en un salón de Uruguay”.
La diferencia la encontró cuando el profesor pidió, según lo que le tradujeron a Fripp, una “postura de trabajo”. Los jóvenes se enderezaron y se pusieron a trabajar hasta la finalización de la clase. De todas formas, vio “mucha simpatía” por parte del profesor y un clima de trabajo “muy agradable”.
Destino: una clase de matemática
En Japón, las clases de matemática no eran sustancialmente distintas a las de Uruguay, a pesar de los más de 18 mil kilómetros de distancia. Sin embargo, a Fripp le llamó la atención que el foco estuviera puesto en el procedimiento, más que en la solución matemática.
De acuerdo a lo que le explicaron, se debe a que el país detectó que los estudiantes tenían problemas en transmitir sus sentimientos. Por ello, las acciones educativas se enfocaron en revertir la situación: “En todas las clases que vi, se instaba a que se pusiera en palabras el razonamiento y se detallara cuál había sido la forma de resolver el problema”.
Al mismo tiempo, encontró que en Japón realizan un “plan de orientación del aprendizaje”, mientras que en Uruguay se hace una “planificación de la enseñanza”. “Las palabras no son inocentes”, señaló el tutor del Instituto de Educación, en referencia a que los japoneses ponen el centro en lo que el “alumno puede y debe aprender”. Esa fue una de las grandes ideas que se trajo para implementar.
“Los que hemos pasado por cualquier clase sabemos que el enseñar y el aprender van por caminos distintos. El docente, con la mejor de las intenciones, a veces enseña matemática pero el estudiante recién entendió el tema del mes anterior”, expresó.
A pesar de que dice que “en Uruguay hace años que se habla acerca de que hay que centrarse en el aprendizaje y en el alumno”, en Japón encontró acciones concretas: “Me parece que es el paso que nosotros tendríamos que dar”.
Un viaje de estudio
Al terminar el programa, Fripp debía presentar un proyecto de investigación. Tenía solo un mes para elaborarlo, así que pensó en algo que pudiera ser viable. Decidió focalizarse en los "estudios educativos de las clases": una práctica japonesa para mejorar los aprendizajes, que comenzó a fines del siglo XIX.
Consiste en un profesor que planifica su clase, supervisado por un grupo de personas: sus colegas, sus jefes y los directivos. Ese grupo observa la clase y, una vez finalizada, hacen un encuentro de reflexión y crítica.
Fripp participó en varias de esas instancias. Vio cómo el profesor se presenta, comenta su clase, explica cuáles eran sus intenciones, argumenta sus puntos fuertes y detalla los aspectos débiles. Luego, se le pregunta por qué realizó determinada tarea y no otra. Se dialoga y se da la sesión por terminada. Si el docente dicta la misma clase en otro grupo, aplica las sugerencias y después narra qué fue lo que sucedió.
Las devoluciones, según el docente, son “totalmente constructivas”: “Lo que más me gustó fue esa apertura a escuchar las criticas. No hay mala onda porque cada integrante siente que esa instancia le sirve al profesor con el que está trabajando y a él mismo”.
“Uno desde acá puede pensar ‘qué invasivo’, pero es una dinámica que está muy instaurada y que ha generado muy buenos colectivos de profesores, que miran sus clases, comparten sus prácticas, abren sus aulas y crecen profesionalmente entre ellos”, añadió.
El aterrizaje y la vuelta
El estudio de clase, para Fripp, se trata de un modelo interesante, que quiere aplicar a la realidad uruguaya. En particular, en los liceos de tiempo completo. Sin embargo, cuando llegó –a fines del 2017– no pudo concretarlo.
“A veces, los procesos más vale no acelerarlos. Es fundamental que se vea la utilidad para crecer como colectivo”, comentó. Pero está convencido de que por algo pasan las cosas. No solo van a realizar los estudios de clase en los docentes de matemática, sino que además los va a aplicar en el sector ciencias: biología, química, física, astronomía e informática.
En la actualidad se encuentra adaptando el proyecto original: haciendo un documento base para que las instituciones entiendan cuál es la intención y se puedan postular.
El objetivo de Fripp es realizar, durante el 2018, dos o tres estudios de clase. Su energía ahora está puesta en ello.