Cuando de ganadería se trata, Uruguay compite muy fuertemente con dos de los productores top del mercado mundial, Australia y Nueva Zelanda, e incluso los tiene como referentes. Sin embargo, hay un aspecto del rubro en el que nuestro país supera al gigante oceánico no solo por experiencia sino también en cantidad: la fertilización in vitro (FIV) en ganado.
Mientras que en 2016, según los datos más recientes aportados por la Sociedad Internacional de Transferencia de Embriones (IETS), en Australia se produjeron 3.661 embriones por FIV, en Uruguay se generaron 11.579 en 2017, de acuerdo a la última información publicada por In Vitro Brasil – ABS. El uso de esta técnica se ha expandido de tal manera en el país que en el último lustro, entre 50 % y 80 % de los animales que fueron premiados en la Rural del Prado surgieron como embriones por FIV.
Fátima Rodríguez es Licenciada en Biotecnología por la Universidad ORT Uruguay y hace cinco años que trabaja en FIV en animales. A través de una pasantía difundida por la universidad comenzó a investigar con ovinos y en 2015 se metió de lleno con los bovinos. Hoy, con más de 22.000 embriones producidos en su haber y desde Australia, en donde está radicada, cuenta su experiencia.
¿Qué beneficios ofrece la FIV de bovinos sobre procesos como la inseminación artificial o la monta natural?
Hay varios procesos que apuntan a la mejora continua de la reproducción animal, especialmente en bovinos. El proceso al que me dedico es FIV. La inseminación artificial y la transferencia de embriones producidos por ovulación múltiple (MOET) junto con la FIV forman parte de las diferentes biotecnologías reproductivas aplicadas a la producción animal.
Los distintos programas de biotecnologías reproductivas tienen como finalidad el aumento de la producción y productividad a través del mejoramiento genético, la reducción del intervalo generacional y el aumento de la eficiencia reproductiva. La FIV tiene el gran beneficio de poder utilizar la genética de la hembra con diferentes toros, de modo que se maximiza el numero de crías por reproductor selecto. Además hay un inicio más temprano de la reproducción, lo que reduce el intervalo generacional.
Por otra parte, las vacas seleccionadas pueden ser aspiradas cada 21 días sin afectar la calidad de los ovocitos (óvulos no maduros) y no es necesario estimularlas hormonalmente, incluso las aspiraciones (procedimiento que tiene como fin extraer los ovocitos del interior de los folículos) pueden comenzar antes de su plenitud reproductiva.
Otra ventaja es que el semen de algunos toros de genética de elite puede llegar a precios impensados, entre USD 15.000 y USD 80.000. Mientras que en MOET y en inseminación artificial se utiliza al menos una pajuela por vaca, para fertilizar los ovocitos de 10 vacas diferentes en FIV solo se necesita una pajuela de semen, por lo que hay una mayor optimización a nivel monetario.
¿Cuál es la performance de la técnica FIV a nivel internacional? ¿Se usa más que otras biotecnologías?
Según datos de IETS, los embriones producidos in vivo, por MOET, en 2016 fueron 632.638 mientras que in vitro la producción alcanzó los 666.215 embriones.
La técnica de FIV se ha expandido con gran rapidez en los últimos años, no solamente por los resultados. En la medida que se perfeccionan los medios utilizados y la competencia aumenta, los costos bajan y, sin lugar a dudas, lo que más importa es que la técnica produce más, mejor y en menos tiempo. La inversión es recuperada en menor plazo.
¿Se puede estimar el impacto de este proceso in vitro en términos económicos en el mercado?
Para tener una idea, en los últimos cinco años entre 50 % y 80 % de los animales que ganaron en el Prado son embriones FIV. Recién ahí se puede tangibilizar el trabajo, porque es cuando el valor de los animales explota. En Australia, por ejemplo, hace poco un toro Brahman que fue por FIV se vendió en USD 350.000.
Hoy son bastantes las cabañas que hacen FIV, porque si bien la inversión es un poco mayor, los resultados se ven a un plazo mucho más corto de tiempo. Además, se valorizan muchísimo los animales, porque por un lado estás cruzando a las mejores vacas con los mejores toros. Por otra parte, no se está preñando a esa vaca de elite, la cual puede gestar solamente a un ternero cada once meses, sino que se puede distribuir esa buena genética entre varias vacas receptoras y así obtener más terneros.
Si se extrapola el proceso a humanos, es como hablar de alquiler de vientre.
Ahora que lo mencionás… ¿Se da algún tipo de debate ético en tu campo, así como ocurre en humanos?
A nivel de animales es algo totalmente naturalizado. La inseminación artificial funciona desde los años 40, la técnica MOET desde los años 70 y en 1982 nació el primer embrión por FIV. En Sudamérica está totalmente naturalizado.
Tuve Bioética en segundo año de la carrera en ORT y lo que elegí como tema, sin saber que iba a meterme en esto, fue la FIV en humanos y qué pasaba con los embriones que se congelaban y nadie los reclamaba. Hay muchísimas expectativas y emociones en juego en el caso de los humanos. Es algo totalmente diferente lo animal que lo humano.
Me parece que el límite ético lo pone cada uno, yo no podría trabajar con humanos ni con clonación de animales. En transgénicos tampoco, porque estás generando algo que no es natural.
¿Por qué la FIV sí es considerada natural?
Lo único que se hace es sacar el óvulo y el espermatozoide para unirlos en el laboratorio, dentro de un vidrio. Se pone en condiciones durante siete días, como si fuera el útero, pero no hay ninguna modificación genética. Eso es lo que a mí me hace poner un límite, es un proceso que, obviamente es una biotecnología, pero no altera la naturaleza del animal. Lo único diferente es que el proceso ocurre afuera.
¿Cómo está posicionado Uruguay respecto a Australia en FIV en bovinos?
Para Uruguay, países como Australia y Nueva Zelanda a nivel de producción son siempre referentes. Sin embargo, recién en los últimos cinco años empezó a crecer realmente la producción a partir de FIV en Australia. Latinoamérica, por su parte, es pionera porque fue en el primer lugar en el que se empezó a producir masivamente en FIV, es referente y los técnicos de esa región son muy buscados a nivel internacional. Uruguay y Argentina están muy bien posicionados.
Has pasado por Uruguay, Brasil y Australia. Sabés de primera mano cómo llegan preparados los profesionales de otros países, ¿cómo valorás los conocimientos que pudiste incorporar en ORT?
Primero que nada, más allá de la formación que tengas, es fundamental la actitud, el hecho de estar abierto a aprender todo el tiempo, a ser versátil, a no tener miedo a decir “esto no lo sé” y tengo que estudiarlo. Es imposible salir al mercado si no.
Por otro lado, si bien yo ya manejaba laboratorio antes de entrar a la Licenciatura en Biotecnología de ORT, igualmente consideré una gran ventaja el hecho de que desde el primer semestre tenés laboratorio. Errores vas a tener siempre, pero es ahí en donde te acostumbrás a usar los distintos instrumentos.
A su vez, varios profesores planteaban situaciones reales, como la contaminación del lago del Parque Rodó, para ver cómo lo resolveríamos. Uno tenía que integrar un montón de conocimientos y nunca había una única respuesta. Lo que quiero decir es que algunos profesores nos ayudaban a buscar soluciones alternativas justamente para fomentar el pensar, para dejar de ser un técnico. Es fundamental ponerle cabeza a estas cosas.
Otra de las ventajas de haber estudiado la licenciatura fue haber podido bajar a tierra las soluciones biotecnológicas en vinculación a los costos en dos aspectos fundamentales. Si querés llevar adelante un proyecto, tenés que sacar cuentas. ¿Vas a contratar un economista cuando no tenés plata para llevar adelante la idea? En ese sentido, la carrera en ORT tiene una formación muy integral.