Ceño fruncido y lengua hacia afuera es la primera reacción que genera el mate en un joven universitario alemán. El gesto se transforma instantáneamente en una expresión de aprobación al probar una masita con una importante cantidad de dulce de leche. Mientras termina de saborear el nuevo manjar, devuelve la amarga infusión al joven uruguayo que lo acompaña: su padrino.
Como cada comienzo de semestre, en agosto, la Universidad ORT Uruguay les dio la bienvenida a los nuevos estudiantes extranjeros de intercambio con una reunión con las clásicas masitas uruguayas. A Uruguay, los estudiantes no solo llegan en búsqueda de completar el currículo de sus universidades de origen, sino también de conocer otros lugares y culturas. Toda llegada a un país desconocido supone dificultades, en especial en los primeros días, y, justamente, para facilitarles la integración a los visitantes, el área de Internacionales de ORT creó en 2010 el Programa Padrinos.
Hasta aquel entonces, el contacto entre estudiantes extranjeros y locales era mínimo. “Los internacionales tenían su propio grupo, no había una integración real”, cuenta la coordinadora de Intercambio Estudiantil, Lic. Miriam Kemna.
ORT sí aprovechó el intercambio con los estudiantes uruguayos que viajaban a otras universidades. Las anécdotas sobre las experiencias que ellos tenían en el extranjero resultaron en la creación de un programa de padrinos que apuntó a orientar a los que llegan y a hacerlos interactuar con los que ya están. El objetivo es que los extranjeros puedan apoyarse en los consejos de estudiantes locales no solo durante los primeros días en Uruguay —vitales para la adaptación al nuevo país y universidad —, sino también desde antes de la llegada.
Al inscribirse al programa, al estudiante de ORT se le asigna un “ahijado”. Lo principal es asistirlo durante las primeras dos semanas. “El apoyo inicial es fundamental para el que viene de otro país”, explica Kemna.
Desde hace un tiempo existe una suerte de comisión de eventos, liderada por padrinos y madrinas, que organiza paseos, salidas, noches de cine y partidos de fútbol, por ejemplo. Su objetivo, precisamente, es unir a los estudiantes de intercambio entre ellos y con los locales que integran el programa, y también conectar a padrinos y madrinas.
Para conectar padrinos y ahijados, el área de Internacionales tiene en cuenta edades e intereses, pero puede ocurrir que no surja suficiente química entre ambos. Por eso, las actividades planificadas por la comisión hacen que todos los extranjeros terminen siendo adoptados por algún estudiante de ORT, con el que generan una muy buena relación. Siempre hay padrinos disponibles: son unos 150 inscriptos en el programa y, por ejemplo, este semestre llegaron 59 extranjeros.
Solo hay un requisito para anotarse al programa: ser estudiante de ORT. “En lo posible, les pedimos que ya hayan cursado el primer semestre, para que conozcan bien la universidad”, agrega la coordinadora de Intercambio Estudiantil.
De acuerdo con Kemna, durante estos ocho años de funcionamiento, el Programa Padrinos ha cumplido con las expectativas. “Se descomprimió la cantidad de consultas que nos hacían por cuestiones de la universidad o de la ciudad, porque hoy las resuelven directamente con sus padrinos. Aunque siempre son bienvenidas las preguntas, todo lo que tenga que ver con vida social, es mejor si lo consultan con ellos, porque tienen edades parecidas y conocen mejor la movida del momento”, explica.
Para conocer de primera mano cómo funciona el Programa Padrinos, cuatro estudiantes de ORT —dos padrinos con vasta experiencia, una madrina que se inscribió al programa primera vez y una extranjera que fue ahijada, se transfirió a la universidad y hoy es madrina— cuentan sus experiencias.
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Javier Tellechea – Estudiante de la Licenciatura en Gerencia y Administración – Facultad de Administración y Ciencias Sociales
“Soy padrino desde hace tres años y formo parte del grupo de padrinos organizadores de eventos. Desde que me enteré de este movimiento me quise unir, ¡y la verdad es que la experiencia es genial!Generalmente me llevo bien con la mayoría del grupo de chicos de intercambio, pero mantengo una relación un poco más especial con mi ahijado. Fui padrino seis veces y hasta ahora he adoptado a dos mexicanos, dos franceses y dos españoles. Mix de hombres y mujeres.
Soy amante de las culturas extranjeras y valoro muchísimo la oportunidad de pasar tiempo con personas de otros países. Me parece personalmente excepcional que vengan chicos de Australia. Ese sin duda es mi grupo favorito, ya que me encanta hablar inglés y aprender su lengua, mientras les enseño la nuestra.
Me encargo de que mis ahijados siempre tengan un amigo con quien hablar, alguien con quien consultar sobre lo que sea, y algo que hacer si están muy aburridos (ir a shows de stand up, jugar un partido de fútbol, etc).
A la ciudad la terminan conociendo solos. Yo tiendo a ayudarlos mucho en las etapas iniciales, que son las más complicadas, como por ejemplo con preguntas sobre materias, la universidad, moverse en la ciudad, alquiler, comida, etc.
El Programa Padrinos es algo invaluable para los chicos de intercambio, siempre y cuando el padrino esté presente como se espera. La cantidad de veces que nos han agradecido por todo lo que hacemos no tiene nombre, se nota muchísimo que los chicos valoran la ayuda recibida o el tiempo invertido en organizarles actividades, fiestas y viajes.
Me encantaría hacer un intercambio en algún momento de mi vida y amaría que la universidad a donde vaya, tenga algo similar”.
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Irina Peyrot - Estudiante de Analista en Publicidad y Comunicación Digital – Facultad de Comunicación y Diseño
“Esta es mi primera vez como madrina del programa. Actualmente estoy apadrinando a una chica de Alemania y, si bien no tenemos contacto constante, es genial.
Me anoté al programa porque me pareció que era una linda oportunidad para recibir a estudiantes del extranjero en mi país y en mi universidad, y guiarlos en lo que fuera posible. En ese sentido, es importante destacar que el intercambio que se genera es cultural. Es la oportunidad de viajar y conocer distintas localidades, costumbres, en muchos casos idiomas y continuar con los estudios universitarios.
A lo largo de este semestre, quiero mostrarle a mi ahijada qué hacer y qué conocer tanto en Montevideo como en el resto del país”.
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Nicolás Blanco – Estudiante de Ingeniería en Sistemas – Facultad de Ingeniería
“Ya perdí la cuenta de cuando comencé, pero desde que lo hice, nunca paré. El de este semestre es mi octavo ahijado, pero los he tenido de todos lados. Empecé con un intercambio especial, que fue un ahijado de China. Digo especial porque como vienen muchos chicos de China, ellos tienen su propio programa de padrinazgo y con ese comencé yo. Luego apadriné a chicos de México, Inglaterra, Alemania, Australia y España. Los estudiantes de esos países son los que me asignaron, pero la realidad es que semestre a semestre vas apadrinando a chicos con los que realmente te hiciste amigos o con los que no tuvieron afinidad con su padrino y te terminan viendo a vos como referente.
Para un chico de intercambio, el padrino es un referente, una cara amistosa, alguien a quien recurrir, sobre todo al principio cuando ni siquiera llegaron a Uruguay y tienen dudas tan simples pero importantes como qué temperatura hace en Uruguay en los distintos meses del año. Es un ejemplo de una falsa creencia que tienen muchos, de que como somos latinos hace calor todo el año, y si no tienen un padrino que los aconsejó, cuando llegan se mueren de frío hasta que logran comprarse un abrigo.
Lo que me atrajo en un principio al programa fue la curiosidad por conocer gente con cultura y cabeza completamente distintas a las mías. Creo que el programa tiene una importancia bidireccional, tanto para el padrino y como para el ahijado.
Por otra parte, ser padrino de estudiantes de intercambio te permite tener un hogar en todo el mundo. Por ejemplo, en febrero fui a visitar a varios amigos mexicanos que hice y estuve un mes visitando distintas ciudades, quedándome en sus casas y sintiéndome en cada una como si fuera parte de la familia.
Que la propia familia te reconozca como ‘el uruguayo que ayudó a mi hijo cuando estuvo en Uruguay’ no tiene precio. Ahora estoy planificando un viaje por Europa y pienso hacer lo mismo, visitar amigos. Creo que esa es la importancia que tiene el programa para un padrino, el hecho de poder generar un vínculo con personas de otros países que de otra manera sería impensable.
Siempre recibo a mis ahijados con mate, asado y grappamiel. Ya es famoso el asado entre algunos padrinos, en el que hacemos un primer acercamiento con nuestros ahijados y nos divertimos con algunos juegos que les permite soltarse y conocernos rápidamente. Si Uruguay juega algún partido durante su estadía, intento llevarlos aunque me diga que no le gusta el fútbol, para que conozcan realmente la cultura uruguaya. Si les gusta el fútbol, los llevo a ver algún partido del equipo que soy hincha.
Luego queda muy sujeto a lo que les guste, pero es infaltable un recorrido por toda la rambla, el Prado y lo que se vaya dando. Trato de irme algún fin de semana con ellos para conocer Piriápolis, Punta del Este y otro por todo Rocha, pero esto ya depende mucho del vínculo generado y de los tiempos que disponga.
Creo que a nivel académico, ORT les ofrece a los estudiantes de intercambio todo lo que necesitan y se preocupan por ellos. No conozco casos en los que terminaran desconformes con el trato. A nivel extra curricular, se les brinda asistencia cuando llegan. Luego, como actividad social se organiza todos los semestres una cena internacional que creo los ayuda mucho”.
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María José Ortiz – Estudiante de la Licenciatura en Diseño de Interiores – Facultad de Arquitectura
“Soy peruana y vine de intercambio por un semestre a comienzos de 2016. Una vez en Uruguay, extendí el período a dos semestres. Finalmente, decidí transferirme, porque me gustó mucho el país, Montevideo y la calidad de vida, entre otros aspectos.Estudiar en ORT me brindaba muchos más beneficios respecto a la universidad en la que estudiaba en Perú. La Licenciatura en Diseño de Interiores, para empezar, no existe en Perú, solo hay una tecnicatura. Acá se obtiene ese título de técnico como título intermedio y luego licenciado, lo que está muy bien visto. Me comentaron que esta era una de las mejores universidades de Uruguay y me convenció.
Cuando vine, tenía asignada una madrina que me habló un par de veces por Messenger antes de llegar a Uruguay, pero no concretó para verme. Fui a la bienvenida de ORT sola y ahí conocí a una uruguaya que todavía no se había encontrado con su ahijada, le conté sobre mi situación y me adoptó. Sobre todo íbamos de fiesta. Más adelante, conocí al resto de los padrinos.
Me anoté en el semestre pasado para ser madrina. Me asignaron una chica estadounidense de 21 años que se casó dos días antes de venir, así que llegó a Uruguay con su esposo. Fuimos a la playa y a lo largo del semestre nos vimos un par de veces más.
Este semestre tengo una ahijada alemana. La ayudé con todo lo vinculado a la universidad, a inscribirse en sus cursos, la ayudo a traducir algunas cosas. Hemos salido a caminar por la rambla, de baile, a comer, la veo bastante seguido. Es muy amable y graciosa.
Lo que me impulsó a anotarme al programa es lo que me pasó cuando yo era estudiante de intercambio. Llegué a un lugar en el que no conocía a nadie, mi madrina no me ayudó mucho, pero la que me adoptó sí lo hizo y así fui aprendiendo. El programa impulsa a ponerse en el lugar del otro, y yo quiero hacer lo que alguien hizo por mí alguna vez.
Por otra parte, está bueno aprender de otras culturas y costumbres. El intercambio aporta muchísimo y, en mi caso, que estudio diseño, aporta otra cabeza. Veo cómo diseñan en Europa, mi ahijada va a ver cómo se diseña en Uruguay, yo sé cómo se diseña en Perú”.