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“La gestión emocionalmente inteligente tiene que ver con reconocer lo que sentimos, aceptar la naturaleza de las emociones, entender y regular su energía y convertirla en acciones útiles”, afirmó Maia Saps —Magíster en Gestión del Talento y Recursos Humanos por IE University y directora de Innovación y Desarrollo en Educación Responsable Uruguay— durante la conferencia “Inteligencia emocional en la empresa”.
El evento online, que formó parte del Ciclo de Charlas de Management y Negocios de la Escuela de Postgrados de la Universidad ORT Uruguay, se llevó a cabo el jueves 12 de noviembre de 2020.
Aprender a leer las emociones
Saps, en primer lugar, invitó a las personas del público a responder la pregunta “¿Cómo están?” sin decir las palabras “bien” o “mal”. Algunas respuestas fueron: expectantes, ilusionados, esperanzados.
Saps explicó que es fundamental aprender a distinguir una emoción de otra: “¿Tenés nervios o miedo? ¿Estás ansioso o frustrado? Etiquetar con una palabra lo que sentís ayuda a reducir la intensidad de la emoción”.
La experta destacó la importancia de aprender a leer el mensaje de las emociones. Explicó que no hay emociones buenas o malas sino que pueden ser agradables o desagradables y sentirse con mayor o menor intensidad.
La forma en la que las personas manejan sus emociones impacta en la cultura y en los resultados de la organización.
Las personas con inteligencia emocional alta tienden a estar más satisfechas en el trabajo, comprometidas con su organización y tienen menos probabilidades de irse. El desarrollo de la inteligencia emocional se ha relacionado con una mayor resiliencia, una reducción del estrés y un mayor bienestar.
“Del mismo modo que las luces del tablero de mandos del automóvil se encienden e indican que ha subido la temperatura o que queda poco combustible, cada emoción es una luz de tonalidad específica que se enciende e indica que existe un problema a resolver”, indicó.
No es la emoción en sí lo que perturba sino el no haber aprendido aún cómo leer y aprovechar la información que transmite. Por ejemplo, el enojo es la percepción de injusticia o un límite interno transgredido, el miedo surge cuando la amenaza es más grande que los recursos que tenemos para afrontarla.
“Es fundamental comprender que las emociones van a cambiar con el tiempo y poder moderar su intensidad, para que pueda ser beneficiosa en el momento en que las necesitemos, como si fuese subir o bajar el volumen de la radio”.
“Interactuar mejor con otros, construir rapport, tener autoafirmación, saber decir que no y poner nuestros límites sin sentirnos culpables —añadió Saps—. Todas estas herramientas son necesarias para poder vivir y trabajar mejor”.
El contagio de las emociones
“Es realmente importante que los líderes trabajen en su inteligencia emocional”, dijo Saps. Las emociones se contagian. Por este motivo, la experta destacó que los líderes deben ser responsables con respecto al efecto dominó que pueden causar.
“Las emociones no funcionan automáticamente como un estímulo-respuesta sino que dependen de sus experiencias pasadas, el contexto en el que las viva y la información que brinda su cuerpo—añadió Saps—. No hay un cerebro igual a otro. A veces intentamos decir ‘en tu lugar haría tal cosa’, pero es casi imposible saber lo que realmente haríamos. Cada persona reacciona de una manera diferente”.
Saps recomendó llevar un registro día a día de las emociones que surgen a partir del trabajo, ya sea en una bitácora o en una app. Dicho registro permite reconocer patrones de conducta y brinda información en tiempo real para poder intervenir, sin necesidad de esperar a la encuesta de satisfacción.
También recomendó, al reconocer emociones displacenteras, hacer el ejercicio de identificar “qué otro pensamiento más positivo sobre esa misma situación podría permitirme sentirme mejor”.
Otra técnica que recomendó es escribir los pensamientos que provocan esos miedos y, al lado, argumentos más racionales o con evidencia que permitan reinterpretar la situación. “Son los pensamientos los que disparan las emociones. Es muy difícil o imposible no tener miedo, el tema es que no se convierta en un pánico que paralice”.
“Es importante entender cómo se siente cada persona en la empresa para resolver conflictos. En un proyecto, lo ideal es tener una base de datos a la que acudir para saber cuáles son las fortalezas de cada uno y tomarlo en cuenta para complementar los roles. Por ejemplo, que en un mismo equipo forme parte una persona creativa con otra analítica” afirmó.
Por último, Saps señaló: “Las empresas alguna vez se preguntaron si podían permitirse el ‘lujo’ de priorizar el bienestar emocional de los empleados. Ahora la pregunta es: ¿cómo pueden permitirse no hacerlo?”.