“La leche chocolatada es increíblemente buena”, tuiteó hace unos días el futuro propietario de Twitter y recopiló más de 70.000 respuestas, 90.000 retuits y un millón de likes. Elon Musk es un usuario tan activo como influyente de la red social, capaz de comentar inocentemente sobre cuánto disfrutó su desayuno, como de hacer subir y bajar el valor de criptomonedas a gusto y con menos de 280 caracteres.
Elon Musk es CEO de Tesla, de la aeroespacial SpaceX y fundador y directivo de otras tantas empresas más, tiene un patrimonio neto estimado de 300.000 millones de dólares que lo posicionan como la persona más rica del mundo (según la revista Forbes) y es fan confeso de Twitter, que adquirirá en un movimiento de 44.000 millones de dólares, en principio, a finales del 2022. ¿Qué consecuencias tendrá? ¿Cómo podría evolucionar Twitter? ¿Es la persona adecuada para desbloquear el extraordinario potencial de la red social, como él mismo afirma?
Para algunos empleados de Twitter, la plataforma tiene una profunda responsabilidad con la sociedad, y Musk deberá asumir la responsabilidad de la red social que encabezará más allá de lo que ha postulado sobre la promoción de la libertad de expresión, entendiendo a Twitter como “una plaza pública digital de facto”.
Pero, según el coordinador académico de la Licenciatura en Comunicación orientación Periodismo, Brian Majlin, aquello que pretende el millonario podría alcanzar resultados paradójicamente contrarios si las mentiras políticas, difamaciones cruzadas, ataques sistemáticos a sectores políticos y discursos de odio racial o de género se propagan en nombre de la libertad de expresión.
Ana Laura Pérez, por su parte, afirma que “él (Elon Musk) entiende que se está limitando la libertad de expresión en los procesos de moderación de contenido y se apoya en una concepción de la libertad de expresión profundamente arraigada en la cultura norteamericana, que implica tolerar cosas que nos desagradan para proteger el derecho de todos a expresarnos y a recibir la expresión de otros”.
Según la docente, en los últimos años las plataformas han salido de ese discurso para posicionarse como entidades que deciden quién puede y qué se puede decir, mediante procesos poco transparentes como el bloqueo a Donald Trump posterior al asalto del Capitolio en Estados Unidos. “Más allá de que pueda ser de recibo, no se sabe aún hoy quién tomó la decisión y cuál fue el proceso para tomarla. Estamos hablando de un presidente de uno de los países más poderosos del mundo, imaginemos cuáles son las garantías que los ciudadanos comunes podemos tener”, plantea.
Entonces, ¿cuál es la responsabilidad social de Twitter, como medio de comunicación o difusión, en la actualidad?
Ana Laura Pérez explica que las plataformas llevan años diciendo que no son medios, para evitar tener que respetar las legislaciones que regulan la responsabilidad de los medios en la difusión de información en todo el mundo. “Sin embargo, numerosas organizaciones y expertos en estos temas entienden que cada vez se parecen más a un medio. ¿Por qué? Porque seleccionan qué información de la que tienen disponible ven sus usuarios: premian y castigan en base a un algoritmo, moderan contenidos a través de prácticas como el shadowban, el filtro de carga y más, en función de qué contenidos entienden que son prohibidos y cuáles permitidos, cuáles relevantes y cuáles desinformación”.
En el mismo sentido, Majlin afirma que la circulación de información y el ecosistema digital de medios incluye a las plataformas, que “negarlo es tapar el sol con el dedo y, por consiguiente, permitir que se desentiendan de sus responsabilidades”. Para él, no son un medio de comunicación en los términos tradicionales porque el usuario no paga por el contenido ni por el acceso a la plataforma, el contenido no es producido en forma regulada por la plataforma, no hay una línea editorial abierta y clara, ni un objetivo informacional o comunicacional explícito, “pero claramente no son meros difusores desde el momento en que sus algoritmos regulan la circulación y difusión de información y contenidos: premian y castigan, censuran o habilitan”.
Como sociedad, afirma Ana Laura Pérez, “deberíamos discutir si estamos dispuestos a silenciar voces y discursos en pos de eliminar lo que nos parece que no debería existir, y, sobre todo, si estamos dispuestos a que una tarea de esta magnitud para la democracia y la libertad del futuro quede en manos de empresas privadas, que no son nada transparentes sobre cómo lo hacen y sobre qué bases”.
Para combatir la desinformación mediante más “libertad de expresión”, como lo ha dejado entrever Musk, habría que tomar la responsabilidad por los contenidos que circulan y actuar en consecuencia, y “aunque las plataformas apoyen algunas campañas de alfabetización mediática e informacional, sustenten planes con organizaciones de fact checking y tengan respuestas grandilocuentes (aunque cuestionables) como cerrar la cuenta de Trump, hasta ahora ese camino ha sido limitado”, sostiene Majlin.
En la lucha contra los bots de spam que asegura Musk que implementará, Ana Laura Pérez opina que sería una ventaja que desaparezca lo que se conoce como comportamiento inauténtico coordinado: “bots que tienen la intención de instalar temas, contenidos o conversaciones pareciendo que son orgánicas y de humanos, y que es algo que se está ‘viralizando’ porque a la gente le importa”. Sin embargo, resalta que los bots en general son utilizados para muchas cosas buenas y útiles en las redes sociales.
En cuanto a lo que manifestó el millonario sobre la transparencia de los algoritmos, Majlin afirma que sería genial, “pero si no está obligado, y ahí es donde aplica (de nuevo) la falta de regulación, no lo hará. Porque su negocio, y los 44 mil millones invertidos, dependen un poco de eso”.
Y en lo que refiere a un modelo de suscripción que también dejó sobre la mesa, quizás relacionado a las criptomonedas o no, el cambió dependería de qué más te ofrece si se paga o no. Según Ana Laura Pérez, “si lo que te da son analítica de datos, por ejemplo, o poder hacerlo sin conexión o un largo etcétera, en realidad sería bastante parecido a varios productos que ya usamos”.
Lo concreto es que, en el anuncio del acuerdo por la compra de una de las redes sociales con más comunidad en el mundo, Elon Musk postuló unas cuantas posibles modificaciones que apuntarían al impulso de una mayor libertad de expresión y al combate contra la desinformación. Algunas con más seriedad y otras, fiel a su estilo, con algo de ironía, por lo que todo lo que se pueda plantear sobre el futuro de Twitter aún es hipotético.
Incluso hoy, viernes 13 de mayo, el millonario compartió desde su cuenta una noticia sobre que el acuerdo está "temporalmente suspendido a la espera de detalles que respalden el cálculo de que las cuentas falsas/spam representan menos del 5 % de los usuarios", aunque posteriormente agregó que seguía comprometido con la compra. Y así, con dos tuits, generó que las acciones de Twitter cayeran y subieran en cuestión de algunas horas.