Con solo 28 años de edad, Elu Cynovich ya cuenta con ocho de experiencia en la industria del diseño gráfico y cuatro enseñando letras y expresión creativa. Es Licenciada en Diseño Gráfico por la Universidad ORT Uruguay y hace poco se graduó del programa de Certificado de Bellas Artes en la Academia de Arte de Nueva York, título que eligió especialmente para crecer como artista y ampliar sus horizontes creativos.
Cuando tenía 10 años descubrió un programa de edición de fotos y vectores en computadora. “La curiosidad me ganó”, recuerda. “Era el año 2003, todavía teníamos internet de línea y no había la cantidad de (in)formación disponible que hay hoy, sobre todo para niños”. Cuenta que leía “cuanta guía podía encontrar” y, sobre todo, “exploraba y experimentaba un montón”. En poco tiempo fue aprendiendo sobre pixels, composición, tipografía, animación, retoque fotográfico, HTML y CSS, software de Adobe y más.
“Nadie de mi entorno entendía qué estaba haciendo, pero compartían mi disfrute”. Incluso relató que, teniendo 13 o 14 años, sus padres tuvieron la intención de buscar algún taller donde pudiera tener clases más técnicas de software. La respuesta era siempre la misma: “es muy chica, no la tomamos”.
Esa niña de 10 años, autodidacta en su computadora, se convirtió en una profesional con proyección internacional. Hoy en día se desempeña como Senior Designer y Creative Director para Chabad on Campus International, una organización que trabaja como centro social y cultural para alumnos judíos en los campus universitarios a través del mundo.
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¿Cómo decidiste estudiar Diseño Gráfico?
Desde que tengo uso de razón sabía que mi camino estaba en el mundo creativo. De chica soñaba con ser artista y después arquitecta, como mi abuelo. Siempre tuve pasión por la expresión visual a través del dibujo y la pintura.
Recién en sexto año de liceo pude ponerle nombre a eso que tanto me divertía: Diseño Gráfico. Para mi asombro, resultaba que podía estudiarlo en la universidad ¡y podía vivir de mi vocación! ¿Qué más podía pedir?
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Luego de recibirte, decidiste ir a vivir a New York. ¿Qué expectativas tenías?
Venía con ganas de seguir estudiando y formándome, sobre todo en la parte de ilustración y arte, donde sentía que me faltaba un poco de base técnica. Así es como llegué a la Gran Manzana, de la mano de una beca para cursar un Posgrado de Bellas Artes en la New York Academy of Art. Es un programa intensivo de un año formándose en dibujo, pintura y escultura clásicas, especializándose en anatomía humana.
Sumergiéndonos en el estudio mecánico del cuerpo desde su estructura ósea hasta la parte muscular, el programa hace un gran énfasis en desarrollar la observación desde lo natural, trabajando siempre con modelos en vivo o esculturas clásicas.
Aprendimos de grandes maestros como Da Vinci, Durero, Rubens, Miguel Ángel, Rafael y más, así como de artistas contemporáneos que siguen explorando en la representación realista de la figura humana hoy en día, donde hay más lugar para la exploración y el juego.
En lo personal, además del dibujo, vengo del mundo del baile, de explorar el movimiento y las emociones ubicadas en el cuerpo. Me resultó verdaderamente fascinante aprender cómo funciona esta máquina con la que convivo: la mejor obra de ingeniería que existe. Poder hacerlo desde el lugar de la creación artística me ayudó a desarrollar un pensamiento aún más crítico. Nada es lo que parece a simple vista, todo es relativo a otro elemento y hay un grado de complejidad frente a lo que observo al que puedo acceder y descifrar si sé hacer las preguntas correctas.
Y eso, entendí, es parte de la práctica como artista: cuestionarse y preguntarse constantemente, explorar, descubrir, asombrarse.
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¿Cuál es tu trabajo en Chabad on Campus International?
Con más de 260 sedes a lo largo del país, me encargo de implementar un nuevo diseño de identidad que tuvo la organización a fines de 2020: diseño editorial, diseño publicitario, redes sociales y comunicación digital, comunicación corporativa interna, diseño de packaging y newsletters.
Es uno de los clientes más importantes, uno de los proyectos más grandes y diversos en los que he tenido el placer de trabajar. Un sueño profesional como diseñadora.
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En el último tiempo incursionaste en el mundo de la ilustración y el lettering. ¿Cómo te sentís en el rol docente?
La docencia es un rol que me llena de una gran satisfacción. Compartir todos los conocimientos y técnicas que fui aprendiendo a lo largo de la vida, hacerlos accesibles y cercanos para quienes vienen de otras áreas distintas al diseño, verlos disfrutar y conectar con sus sentidos y su creatividad es algo alucinante.
Doy clases para niños, adolescentes y adultos, he dado clases particulares y talleres grupales, talleres puntuales o clases anuales. Tomo como base enseñar lettering e ilustración y de ahí expando según lo que quieran los alumnos. Como plus, en mis clases llegan momentos que pasamos por escritura, por movimiento, estiramientos, meditaciones, juegos, improvisaciones: todo lo que sea estimulación de ideas y nos conecte con nuestra creatividad. Porque no se puede crear con un cuerpo y una mente dormidas.
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¿Qué tal fue enseñar lettering en hebreo?
Fue uno de mis talleres favoritos, ¡qué hermoso desafío! Preparar ese taller fue superdivertido, porque tuve la oportunidad de investigar y estudiar a fondo la composición tipográfica del idioma, algo que nunca antes había hecho. Gracias a todos los conocimientos de la materia que tuve en ORT, pude prepararla con la calidad y el cuidado que quería.
Disfruto de enseñar técnica como excusa para conectar con la emoción, con la creatividad, con la historia personal de cada uno.
En 2014, con 20 años, se fue a vivir a Australia. “Fue un destino inesperado. Siempre fui una persona detallista, perfeccionista, que me gusta planificar y saber exacto los pasos a seguir; Australia me enseñó totalmente lo contrario: me enseñó a soltar, a disfrutar de la improvisación y a entender que las mejores cosas pasan cuando menos las esperás”.
Originalmente, aplicó para cursar un semestre de intercambio en la Universidad de Arte Bezalel en Israel, pero a último momento se enteró que no había más cupos para estudiantes internacionales. “De repente, mi sueño de intercambio se cayó. Pasaron algunas semanas hasta que llamaron de ORT para decirme que tenía un cupo en Macquire Universirty en Sydney. Australia no estaba en planes”.
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¿Qué te dejó la experiencia de vivir y estudiar en Australia?
Resultó que en Sydney todo se alineó: me rodeé de una familia de estudiantes internacionales hermosa; fui “adoptada” por una familia australiana como una más (¡ahora tengo hermana, cuñado, padres, abuelos y sobrinas, todos australianos!); cursé materias alucinantes que ayudaron a expandir horizontes académicos más allá del diseño (guion, escritura creativa, cultura sonora y danza, por nombrar algunas); viajé por el país conociendo otros paisajes; y tuve la oportunidad de trabajar en una agencia de publicidad de renombre.
Todo eso en apenas seis meses. ¿Cómo no aprovecharlo todo? Estando allá, decidí quedarme otros seis meses más, dividiendo mi tiempo entre la universidad y la agencia.
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¿Cómo fue trabajar en una agencia de publicidad allí?
Trabajé en MJW Advertising como una de las primeras diseñadoras especializada en Social Media que tuvieron, un área nueva para ellos.
MJW, en su momento, parte de Hakuhodo Global, se había posicionado a la vanguardia de la publicidad en el país con premios importantes en campañas de medios tradicionales, sin embargo, el mundo de las redes sociales era terreno todavía por recorrer.
Yo venía de trabajar en un estudio boutique donde éramos tres personas y estábamos muy enfocados en redes sociales, por lo que la experiencia que tenía era justo lo que necesitaban. Fue un gran salto pasar de un estudio chico a una agencia con más de 30 profesionales, con varios departamentos y sectores. Fue otro salto pasar tener clientes locales pequeños a trabajar con grandes marcas internacionales como Mentos, Bertolli o Valvoline, algunos de los clientes que me asignaron.
Conocí el ritmo rápido de agencia, trabajé mano a mano con coordinadores de estrategia, aprendí a producir para grandes volúmenes de seguidores estando atenta a las tendencias y apuntando a estar a la vanguardia en diseño y mi aporte ayudó al impacto positivo de posicionamiento de las marcas.
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¿En qué área del diseño gráfico te sentís más a gusto?
Disfruto muchísimo trabajar con la cultura e ideas, además de contar historias y emociones a través de experiencias visuales. En la práctica, encontré que eso se traduce en diseño institucional o corporativo, especialmente con proyectos o clientes que tienen un fin más humano.
Por varios años trabajé y me especialicé en diseño para redes sociales y comunicación digital y, si bien es un área que disfruto y me divierte un montón, hoy elijo explorar otros caminos.
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Si tuvieras que resaltar algo de toda tu carrera profesional, ¿qué me dirías?
Resaltaría el poder trabajar en proyectos y con clientes que me apasionan. Encontrar las oportunidades creativas de dejar un poquito de mi persona en esos proyectos: ilustraciones personalizadas para Mentos Australia, renovar la comunicación de Hillel Uruguay desde la empatía, diseños limpios y claros para Santillana Uruguay, guiar a otros a conectarse con la creatividad a través de clases, implementar un diseño global y moderno para Chabad on Campus International.
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¿Qué características debe tener un diseñador para salir de su zona de confort?
Curiosidad; disfrute; permitirse explorar, probar y equivocarse; mucha capacidad de observación y atención a los detalles.
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¿Cómo te proyectás profesionalmente en los próximos años?
Me encantaría desarrollarme más en la docencia creativa y poder concretar más proyectos vinculados a la ilustración y el lettering. A nivel de clientes, me gustaría seguir moviéndome dentro del ámbito cultural y editorial.
Trabajo hace casi 10 años pura y exclusivamente en diseño gráfico, así que me parece un buen momento para explorar otras áreas.
Como diseñadores, como personas creativas, estamos acá para traducir el mundo invisible de las ideas en algo tangible. Para eso, hay que entender que no hay atajos: es un constante camino de aprendizaje y exploración. Y si nos divertimos en el medio, mucho mejor.