“La democracia muere en la oscuridad”. Este nuevo slogan es una de las tantas transformaciones que Jeff Bezos, el multimillonario dueño de Amazon, introdujo en The Washington Post al comprarlo por USD 250 millones a fines de 2013.
Desde entonces, uno de los diarios más influyentes de Estados Unidos recibió un shock tecnológico y renovó su página web y sus aplicaciones móviles, hizo crecer a su equipo de ingeniería que, según Bezos, puede competir con cualquier otro equipo instalado en Silicon Valley. A su vez, se contrataron nuevos editores y reporteros, de manera tal que actualmente, The Washington Post publica un promedio de 1.200 historias por día.
En esa renovación una uruguaya ingresó al equipo editorial del diario. Se llama Maite Fernández, es Licenciada en Comunicación orientación Periodismo de la Universidad ORT Uruguay, y desde mayo es la nueva editora de operaciones del diario. Aquí te cuenta en qué consiste y cómo surgió su nueva aventura, que incluye también la maternidad, pues a poco de ingresar debió tomar licencia por el nacimiento de su primer bebé.
¿Cómo llegaste a The Washington Post?
Luego de hacer la Maestría en Periodismo Multimedia en University of Maryland (Estados Unidos) me contrataron para trabajar en el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ, por su nombre en inglés), una ONG que ayuda a periodistas de todo el mundo a través de cursos de capacitación y becas, por ejemplo. Ahí estuve cinco años asumiendo distintas funciones: primero empecé como editora y community manager de IJNet español, un sitio web que publica consejos, buenas prácticas y cursos de capacitación para periodistas en siete idiomas; luego fui la editora general del sitio y más tarde la directora de comunicaciones de ICFJ.
Después estuve unos meses trabajando en otra ONG y al tiempo fui contratada por CQ Roll Call, un diario impreso y sitio web que cubre el Congreso de Estados Unidos. Allí trabajé como editora de audiencias, manejé las redes sociales del medio, la estrategia de boletines y newsletters y realicé análisis de tráfico con el fin de aumentar la audiencia del medio.
Estuve allí un año hasta que una persona de The Washington Post se puso en contacto conmigo diciendo que estaba la vacante de editora de operaciones abierta. Me presenté, pasé por una serie de entrevistas y aquí estoy.
¿Cuáles son las principales tareas que estás llevando adelante como editora de operaciones? ¿Podés seguir investigando y escribiendo o tenés un rol más que nada de coordinación periodística?
Mi rol es más de coordinación periodística y producción digital. Mis tareas implican chequear el tráfico de la sección, sugerir una estrategia digital para el día, optimizar nuestros artículos para que tengan una buena performance en los motores de búsqueda y/o en las redes sociales. Asimismo, realizar análisis de tráfico e identificar tendencias, sugerir elementos multimedia para ciertos artículos y notas, asistir a los editores en proyectos multimedia de más largo alcance, entre otras tareas.
Los editores de operaciones trabajan con distintas secciones. Yo trabajo con Internacionales y Seguridad Nacional.
¿Es común que las mujeres ocupen este tipo de cargos en los grandes medios de comunicación?
Me parece que sí. En el equipo de editores de operaciones somos seis, y cinco somos mujeres.
Suele ser bastante común que a las mujeres embarazadas les cueste encontrar trabajo, porque al poco tiempo estarán de licencia. No fue así en tu caso, te contrataron a pesar de que a pocos meses de ingresar tenías fecha de parto. ¿A qué creés que se debe que The Washington Post haya sido una suerte de excepción a esa “regla tácita” del mercado laboral?
Me contrataron cuando estaba de seis meses, hoy ya tengo a Liliana conmigo. Creo que mi caso es un poco particular porque no estaba buscando otro trabajo. Ellos estaban buscando a alguien para completar el equipo hacía un tiempo cuando me contactaron. Siempre estuvo bien claro desde el comienzo que yo estaba embarazada y nunca se presentó como un problema. De hecho, me ofrecieron una licencia maternal muy generosa al momento de contratarme, por lo que todo resultó súper bien en mi caso.
¿Cómo creés que será el futuro de los medios a nivel internacional teniendo en cuenta que las empresas destinan cada vez menos de su presupuesto a publicidad en medios, sobre todo en prensa escrita?
Se está observando una clara tendencia en los medios a diversificar las fuentes de ingreso, ya sea a través de la organización de eventos, estableciendo muros de pago (pay wall), creando suscripciones, entre otras. Con el vuelco hacia el consumo de noticias online, parece claro que la publicidad digital sola no alcanza para solventar medios como sí ocurría con la prensa escrita hace unos años. Uno de los medios en Estados Unidos que ha sido exitoso en esta estrategia de diversificar las fuentes de ingreso es el Texas Tribune, por ejemplo. The Washington Post estableció un muro de pago hace unos años y ha tenido un gran éxito en atraer suscriptores.
Por otra parte, creo que con el ambiente altamente politizado que se vive aquí y el auge de las noticias falsas, si bien los contenidos abundan porque cualquiera puede publicar un artículo en la web, la información exclusiva y de calidad —balanceada, que se nutre de datos confirmados— es un bien escaso, y los medios que se enfocan en cultivar este tipo de noticias están viendo un auge en lectores.
En Uruguay trabajaste un tiempo en El Observador. ¿Encontrás características diferentes entre el periodismo uruguayo y el de otras partes del mundo?
En realidad no. El Observador, al igual que ORT, fue una gran escuela de periodismo. Cuando cubría municipales, mis editores me alentaban a buscar ángulos únicos y primicias que nadie más tenía, a la vez que buscaban que fuera rigurosa con la información y que la contrastara. Esa ha sido una gran enseñanza que me ha ayudado mucho a lo largo de mi carrera. Una enseñanza similar me llevo de mis clases con Leonardo Haberkorn en ORT, gran profesor de periodismo, y de los proyectos en los que trabajamos juntos.
El periodismo siempre fue considerado un oficio más que una profesión, en especial porque los periodistas no se formaban en un centro educativo, sino con la experiencia del día a día. En tu caso optaste por hacer una carrera de grado sobre periodismo en ORT y hacer un máster en Estados Unidos. ¿Cuál entendés que es la importancia de estudiar periodismo en una universidad?
Si bien el periodismo es un oficio creo que cada vez es más necesario que los periodistas se formen, y mucho. No solo en los elementos básicos del quehacer periodístico, sino también en cultura general. Un buen periodista tiene que saber de historia, de política, tiene que tener un manejo del lenguaje por encima del promedio, y mucho más. Creo que es más necesario que nunca que los periodistas sepan y entiendan de tecnología. A medida que la vida cotidiana depende cada vez más de elementos tecnológicos —desde comprar cosas online a cómo escuchamos música o hacemos transacciones bancarias—, nuestro trabajo como periodistas se vuelca cada vez más para ese lado, desde los elementos que usamos para producir contenido hasta los temas que cubrimos. Un periodista que no entiende de tecnología o, peor aún, le rehúye, está en una clara desventaja.