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La magia del aprendizaje, en las voces de tres maestras

22/09/2023
En el marco del Día del Maestro, Verónica Zorrilla de San Martín, Lucía Acuña y Gabriela Bernasconi compartieron sus recorridos por la profesión, recordaron a los referentes que marcaron su vida personal y profesional, al tiempo que brindaron valiosos consejos para los maestros del futuro.
Maestra trabajando con un grupo de niños en una mesa, que contiene lapices de colores y libretas

Verónica Zorrilla de San Martín: “No hay una sola manera de generar aprendizajes”

Verónica Zorrilla de San MartínEs maestra de educación común, egresada de los Institutos Normales de Montevideo. También tiene un Master en Educación y un Doctorado en Educación por la Universidad ORT Uruguay. En la actualidad, se desempeña como editora de la revista Cuadernos de Investigación Educativa y coordina la Unidad de Diseño y Desarrollo Curricular de la Dirección Educativa de Políticas Educativas de ANEP.

¿Qué inspiró tu decisión de convertirte en maestra?

El ver cómo ocurría la magia del aprendizaje. Trabajaba en un colegio para pagarme mis estudios en la Facultad de Ingeniería. Empecé a involucrarme con los temas recreativos y, luego, más directamente con las maestras, en las aulas.

Me recibí de maestra para saber enseñar y no he podido dejar de aprender. Cada año me proponía hacer al menos un curso, hasta que llegué a la Universidad: hice una maestría en educación, un doctorado en educación, y cada día es un nuevo comienzo.

¿Tenés algún recuerdo de un maestro o maestra, que haya marcado tu vida personal o profesional?

Tengo muchos recuerdos de docentes y de estudiantes que me han enseñado mucho y que han sido memorables. Mi maestra de 5.º de escuela: Antoñieta. No era para nada llamativa ni extrovertida, pero sabía escuchar y enseñar. Era súper metódica, ordenada y me contuvo en el comienzo de mi preadolescencia.

¿Podrías destacar alguna experiencia en tu carrera, que hayas sentido un impacto positivo en un estudiante?

Como maestra de 1.º de escuela, me maravillaba ver cómo los estudiantes adquirían la lectoescritura y lograban impactos muy positivos. Trabajé muchos años en la escuela del barrio Casabó, donde muchos ingresaban sin haber realizado toda la etapa preescolar, pero, en unos meses, leían y escribían.

El impacto de mis mil formas de enseñarles daba resultados increíbles. Los recuerdos me conectan con las aventuras de cada tarde; los descubrimientos y asombros de mis estudiantes ―y los míos propios―.

En los últimos años de ejercicio como maestra, también lograron muchos aprendizajes los estudiantes con los que transité 5.º y 6.º. Vivenciamos un montón de experiencias en las que mediaba mucho el afecto. Con ellos pintamos un planisferio en el techo del salón, hicimos una feria de la alimentación con las familias, salimos de la escuela en ómnibus de línea al centro de la ciudad, fuimos al teatro y merendamos en la plaza, y programamos en Scratch el camino a la escuela con las XO recién llegadas. ¡Cuánto aprendimos juntos!

¿Qué dos o tres ideas les transmitirías a los maestros del futuro?

En primer lugar, que no hay una sola manera de generar aprendizajes. El entusiasmo, la motivación y la sorpresa por lo inesperado es lo que moviliza. Les transmitiría que no se queden esperando recetas mágicas; que confíen en ellos, porque en ese vínculo sagrado y único con los estudiantes es donde sucede la magia. No hay una forma de enseñar ni una de aprender: hay tantas como experiencias tengamos.

Se necesita mirar hacia afuera de las aulas, de las escuelas y del país, en segundo lugar. Porque mirar hacia afuera nos fortalece el adentro.

Finalmente, que la innovación en el aula, en solitario, se apaga, y que un docente en soledad se aburre. Se necesita mostrar lo que hacemos, lo que inventamos cada día para que nuestros estudiantes logren nuevos aprendizajes. Trabajar juntos es mucho más sencillo y motivante.

Lucía Acuña: “La enseñanza es el corazón de nuestro oficio”

Luc{ia AcuñaEs maestra de educación primaria en educación común e inicial, egresada del Instituto de Formación Docente de Florida. Asimismo, tiene un Master en Educación y se encuentra cursando el Doctorado en Educación de la Universidad ORT Uruguay. Actualmente trabaja como coordinadora del Componente Primer Ciclo en el Proyecto de Apoyo a la Escuela Pública Uruguaya (PAEPU). También es tutora en el Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay, y profesora en las carreras de Maestro de Educación Común y Maestro en Primera infancia en el Consejo de Formación en Educación.  

¿Qué inspiró tu decisión de convertirte en maestra?

Siempre quise ser maestra. Desde niña fue mi juego preferido: sentaba en fila a mis muñecos ―que eran mis alumnos― y ponía sotes de calificación. Luego, mientras hacía el liceo, enseñar fue la forma de ganar algo de dinero, al ayudar a preparar alguna materia. Mi padre quería que fuese doctora, y lo intenté para darle el gusto, pero yo quería ser maestra, y él por suerte lo entendió.

La profesora argentina Andrea Alliaud dice que, así como el panadero hace el pan y el ingeniero construye puentes, el maestro enseña. La enseñanza es el corazón de nuestro oficio; lo que le da vida, ya que sin enseñanza no hay docencia ni docentes.

Me apasiona la educación: he dedicado la mitad de mi vida a enseñar, que es el tiempo que hace que soy maestra. Trabajé 18 años en una escuela de tiempo completo; una institución que me identifica y que me enseñó mucho, por eso es que la escuela es uno de mis lugares preferidos. Ahora intento mover la fuerza de la educación desde otro lugar, más precisamente mediante la formación en servicio.

La educación representa la posibilidad de poder ocupar y habitar los espacios que quiero. Una oportunidad magnífica de poder crecer y darle sentido a mi vida, pero también de formar parte de la transformación educativa, con tantas otras personas que se dedican a esta profesión, y para quienes la educación también es una fuente de vida, con todo lo que esta expresión abarca.

 ¿Tenés algún recuerdo de un maestro o maestra, que haya marcado tu vida personal o profesional?

Angelina fue mi maestra de 6.º, con quien tengo la escuela marcada en la piel. Me acuerdo de su cabello negro y de su sonrisa de dientes perfectos. De su voz, de cómo me sonría cuando la miraba. Del viaje a las termas, y de la huella que dejó en mí y en mis compañeros porque, en tiempos de bancos varelianos, construyó puentes y despertó poderes y sueños. Esa fue una aventura para quienes fuimos sus alumnos, que no se parece a ninguna otra.

En ese sentido, el sociólogo François Dubet, originario de Francia, caracteriza a la docencia como una actividad que tiene como objetivo transformar a los otros. Desde este lugar, creo que los maestros son la pieza fundamental en esa transformación, al ser cómplices de una posibilidad trascendente.

¿Podrías destacar alguna experiencia en tu carrera, que hayas sentido un impacto positivo en un estudiante?

Pensar en prácticas y experiencias que me marcaron es muy difícil. Considero que los maestros nos construimos y reconstruimos todos los días. Ser maestra es encontrarte con tus estudiantes, después de muchos años, y que te abracen como si el tiempo no hubiera pasado. Que se rían y te agradezcan por haberles enseñado a atarse los cordones, y que te digan que fuiste la mejor maestra que tuvieron, aunque se lo comenten a todas.

Nadie te agradece por haberles enseñado las tablas o los verbos, pero sí por las veces que los miraste y les dijiste que podían. Y cuando eso pasó, fuiste la que aplaudiste más fuerte.

Cuando me acuerdo de todos esos años, me envuelven paisajes, sonidos, gustos, charlas, preocupaciones, olores, la inocencia frente a mi cara, la incondicionalidad de los niños. Pero, sobre todas las cosas, las satisfacciones más grandes que recibí en mi vida se dieron en la escuela. Hubo momentos de éxito y también angustias. Como dice el profesor Pepe Menéndez, pude “sentir el escalofrío de la frágil barrera que separa la euforia del desencanto de la enseñanza”.

Yo amo ser maestra porque amo enseñar; esa es mi pasión. Antes enseñaba a los niños, y ahora a los más grandes. Pero a todos es posible mostrarles que el mundo es grande. También que lo mejor que ellos tienen es la posibilidad de decir lo que quieren, sin miedo. Para que, de esa forma, puedan entender que las puertas se abren gracias a la educación y a la fortuna de tener una maestra que te mire a los ojos y te diga que no te detengas jamás.

¿Qué dos o tres ideas les transmitirías a los maestros del futuro?

Como ideas a transmitir a los docentes del futuro o a los noveles docentes, les diría que sigan construyéndose como creadores, productores y promotores de enseñanza en una escuela que sigue funcionando, pero que necesita seguir pensándose.

Que no se olviden que toda propuesta que conciba la enseñanza únicamente como aplicación de lo aprendido ―y a los docentes como meros reproductores de saberes definidos y producidos por otros― será incontundente e inocua. Enseñar es crear, recrear, producir e innovar en coherencia con los sujetos y las escenas que se presentan.

Gabriela Bernasconi: “La educación puede hacer la diferencia en la vida de las personas”

Gabriela BernasconiEs maestra, egresada de los Institutos Normales de Montevideo. A su vez, es Licenciada en Educación y Magíster en Educación y Sociedad por la Universidad Católica del Uruguay. Hoy en día se desempeña como docente en la formación inicial de maestros y como tutora de postgrados en el Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay.

¿Qué inspiró tu decisión de convertirte en maestra?

Me interesaba la educación, tanto por su incidencia en las personas como por su proyección en la sociedad. Egresé del bachillerato en el 72, y ser joven en esos años era desafiante. Fue una época de muchos cambios sociales, culturales y políticos. En nuestro país también se vivían tiempos complejos.

No se trataba solo de lo que me gustaba, pues había otras cosas que me gustaban y aún me gustan ―como el diseño, la decoración, la plástica―, sino también de aquello que creía que podía hacer la diferencia. Quería darle ese sentido de proyección social a mi vida y eso, para mí, estaba en la educación.

Admiraba la tarea de las escuelas uruguayas y, especialmente, el rol del maestro. No había maestros ni profesores en mi familia, así que no se esperaba que estudiara magisterio. Pero yo estaba segura. Y seguí estándolo. La educación puede hacer la diferencia en la vida de las personas y de las sociedades.

¿Tenés algún recuerdo de un maestro o maestra, que haya marcado tu vida personal o profesional?

Recuerdo a varios que marcaron mi vida personal y profesional, en distintas etapas y funciones que fui desempeñando. De la escuela recuerdo especialmente a Mrs. O`Neill, que era una maestra diferente. Fui a un colegio primario bilingüe y esta señora, menuda, inteligente, y afable, fue una referente. Recuerdo sentir que me transportaba a otros mundos, a través de sus relatos y del conocimiento al que nos introducía. Y eso fue inspirador.

De los años de práctica, recuerdo a varias maestras subdirectoras y directoras. Por ejemplo, de la Escuela de Capurro, de la Escuela San Martín, de la Escuela Francia. Con ellas no solo aprendíamos de didáctica o de su rol como líderes pedagógicas, sino sobre la escuela como organización e institución social central. Me acuerdo también de los compañeros maestros, que me acompañaron y enseñaron en los primeros años de trabajo.

Años después, tras cursar otros estudios en educación, trabajé en otros roles y tuve la fortuna de conocer a maestros referentes de la educación nacional ―como Sonia Scaffo, Edith Moraes, y Nelly Leites, entre otras―, así como referentes fundacionales de nuestras escuelas de tiempo completo, como Marina Orozco y Teresita Francia.

Pero hay más. A lo largo de mi trabajo en formación de docentes de postgrado, he podido desempeñarme como docente y tutora, con muchos maestros de diferentes lugares del país. El trabajo docente tutorial es una instancia de guía, orientación, y acompañamiento, en el cual se establecen vínculos pedagógicos importantes. Es un trabajo que enriquece e incide en el desarrollo profesional no solo del estudiante, sino también del tutor. Y podría nombrar uno por uno a esos maestros.

Finalmente, hace algunos años, trabajo en la formación inicial de maestros, ya que es un gusto poder contribuir a la formación de las nuevas generaciones. La experiencia de orientar, apoyar y acompañar a alguien a introducirse y habitar nuevos mundos, por la vía del conocimiento, aún me inspira a trabajar en educación.

¿Podrías destacar alguna experiencia en tu carrera, que hayas sentido un impacto positivo en un estudiante?

Claro, pero no son solo las grandes cosas las que uno recuerda o las que, a mi entender, hacen la esencia de la profesión. Cuando un maestro o docente entabla un vínculo pedagógico, que reconoce al otro en su alteridad, contribuye a que el estudiante viva positivamente la experiencia de educación.

Ese vínculo es decisivo, pues es desde allí que el otro puede acercarse al conocimiento, abrirse a lo nuevo, sentirse acompañado en ese proceso ―muchas veces trabajoso― de lograr los objetivos de aprendizaje y desarrollar competencias que realmente sirvan para la vida.

Es ahí que ocurren impactos positivos en los estudiantes. A veces puede no tratarse de grandes logros o puede que los impactos no sean percibidos de forma inmediata por el estudiante, pero hacen su obra y preparan el camino para nuevos aprendizajes y desafíos educativos. Y esto creo que aplica tanto a estudiantes del nivel primario, como a estudiantes de otros niveles educativos.

¿Qué dos o tres ideas les transmitirías a los maestros del futuro?

Los maestros, como todos los docentes, tenemos que estar atentos a los grandes cambios sociales, culturales, tecnológicos, medioambientales y laborales de la época en que vivimos. Debemos estar atentos para entender cómo esos cambios impactan en los estudiantes, pero también en nuestra profesión docente y en la tarea social de la educación.

Pienso que quien abraza la profesión docente decide trabajar con la mediación pedagógica del conocimiento, para posibilitar el aprendizaje y el desarrollo de habilidades de estudiantes que se preparan para un mundo que no conocemos. La única forma que entiendo que es posible hacerlo, es también apostar por nuestra propia actualización, formación y desarrollo profesional. No en solitario, sino en contacto con nuestros pares, comunidades académicas y profesionales, e instituciones de pertenencia.

Muchas cosas pueden cambiar en las formas de establecer la mediación pedagógica de los procesos educativos. Respecto a nuestro rol, permanece la importancia del vínculo que establecemos, y el compromiso de posibilitar y acompañar el aprendizaje con profesionalidad, para que los estudiantes logren los objetivos y experimenten su potencial. 

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